martes, 5 de noviembre de 2024

LOS 5.000 PESOS Y EL FINAL AL RITMO DE VALLENATO

Por Arq. Rodolfo Eduardo Medina.

A mediados de los años 80s, Colombia transitaba una época alborotada, aunque los capítulos más movidos de su historia reciente se desatarían a continuación.
Yo llegaba a residir en la capital, los primeros días de un enero de 1985, y la primera sensación que percibí al arribar casi a medianoche al aeropuerto El Dorado fue la de una ciudad lejana y ajena a todas las ciudades que hasta aquel instante yo había conocido.


Recorriendo por primera vez las avenidas del Bogotá nocturno, podía percibir la humedad de las calles frías, las casas y edificios revestidos de ladrillo rodeadas de frondosa vegetación, y las sombras entre la niebla estacionada como un velo, que apenas se movían sobre las veredas desoladas por las altas horas de la noche, algo típico de las ciudades de la sierra donde la población local se guarda temprano en sus casas y la ciudad se llama a silencio.

Pero la metrópoli andina ubicada a 2.600 m.s.n.m., recostada al pie de las laderas de la cordillera oriental de Los Andes, e implantada sobre una sabana muy verde y fértil, resultó ser todo un baúl lleno de sorpresas. Primero su población, una de las mejores y más amables, pero sobre todo, la más feliz que he conocido: el colombiano es esencialmente rumbero por default, y las mujeres son las más coquetas y seductoras de Sudamérica. Pasé dos años y medio con ellos, pero con la cantidad de experiencias positivas y enriquecedoras que me llevé en sus tierras, me parece que fueran diez. Hay mucho de razón cuando dicen que lo único malo de visitar Colombia es no querer irse más de este magnífico país.
Además, el sitio geográfico ofrece miles de rincones fantásticos para perderse y conocer quebradas y miradores, comarcas apacibles con extensos prados, bosques y lagos encantados, además de cascadas de vértigo como el famoso Salto del Tequendama ubicado en los confines de la sabana, precisamente donde la plataforma andina se desploma de manera abrupta hacia el valle del Magdalena generando un paisaje onírico de ensueño.

Este lugar es tan florido, tan exuberante, que incluso su cono monetario posee un diseño tan tropical en sus formas y colores: fue una de las tantas cosas que me llamó la atención al pisar suelo colombiano.

Al llegar, una de las primeras cosas que tuve a mano fue la cotización del Peso Oro colombiano (su abreviatura COP) frente al US$, cifra que estaba en los 132 COP aproximadamente. Durante los meses que siguieron, en los que me habitué plena e inmediatamente en la vida universitaria (motivo por la que había acabado de aterrizar en tierras muiscas), tuve que adaptarme al nuevo sistema monetario de Colombia, a sus precios y valores; al llegar, la máxima denominación en billete que circulaba era de Dos Mil Pesos Oro, y debía tener cuidado con este billete porque resultaba bastante similar en colores al de Quinientos y a veces los confundía.

Una carrera en taxi desde el barrio El Lago hasta la Universidad Javeriana (unas 30 cuadras) costaba 200 COP.
Un sandwich con una gaseosa, adquirida en el kiosko universitario andaba en el orden de los 50 a 80 COP.
Una bandeja paisa en una hueca frente a la Javeriana, sobre la Carrera Séptima, costaba 120 COP.
El pasaje de ómnibus de larga distancia, entre Bogotá e Ipiales tenía un valor de 3.700 COP.
La matrícula para estudiar el semestre de arquitectura en la Javeriana rondaba los 125.000 COP.
El salario mínimo llegaba a 13.600 COP (equivalentes a aprox US$100).
Circulaban las monedas fraccionarias y los pesos metálicos de 1, 2, 5, 10 y 20.

Un año y medio más tarde, y con la inflación tomando velocidad, aparece un nuevo billete que pasa a integrar el cono monetario colombiano: se emite el valor facial de CINCO MIL PESOS ORO, un billete que conmemoraba el Centenario de la Constitución de 1886, el cual pasaría a ser el primero en emitirse con dicho valor.
En agosto de 1986 ya circulaba a nivel nacional. Entonces, la moneda estadounidense cotizaba casi a 200 unidades, y el flamante billete equivalía a 25 dólares de la época.



Billete de 5.000 Pesos Oro.
Título: El Banco de la República.
1992.
Anverso: Rafael Nuñez.
Reverso: Estatua de Miguel Antonio Caro, con listado de los nueve departamentos constituyentes
de los Estados Unidos de Colombia (1863-1886).
Printer: Imprenta de Billetes, Santa Fe de Bogotá.
Tamaño: 140x70 mm.
Pick SCWPM-436A.

Mi primera impresión al ver este nuevo ejemplar fue de exaltación; me enamoré de este billete tanto por su diseño (que seguía similar lineamiento gráfico que sus compañeros), como por su color. Los cinco mil pesitos poseían prestancia, solemnidad, y por supuesto, valor intrínseco.

Hubo varias emisiones de este valor entre 1986 y 1993; hubo tres imprentas que contribuyeron en ese rango de tiempo: la Bundesdruckerei, el Istituto Poligrafico e Zecca dello Stato, y la Imprenta de Billetes de SFB. Para la siguiente emisión de la serie en el año de 1994, el billete fue sometido a varias modificaciones, a saber:

- Artículo "EL" se suprime en el título del banco.
- Denominación "ORO" es eliminado del sistema monetario nacional, de curso legal.
- Se elimina la leyenda "Pagará al portador" sobre el anverso.
- Se suprime base de color offset, sobretodo en el reverso (menos tonos celeste).


Hubo propuestas iniciales de diseño, presentadas por el "Istituto Poligrafico e Zecca dello Stato", para este billete conmemorativo del Centenario de la Constitución de 1886, el cual saldría emitido con diversos tonos en sepia.
Sin embargo, fue rechazado, siendo aceptado la versión posterior del ejemplar en tonos violeta y púrpura, el cual finalmente circuló.


La cara de Rafael Nuñez podría haber seguido circulando por mucho más tiempo, a no ser por un hecho que desencadenó su inmediato retiro de circulación, junto a las últimas emisiones de Pesos (que ya les habían suprimido el término textual ORO).

Entre el domingo 16 y el festivo lunes 17 de octubre de 1994 ocurrió el llamado robo del siglo en Colombia. Varias personas se llevaron 24.072 millones de Pesos Oro del Banco de la República en Valledupar.
El robo hizo que el Banco de la República tomara medidas como emitir una alerta nacional con los números de las series de gran parte de los billetes robados, dándoles el mote particular de los "Billetes Vallenatos".

De esa cantidad, 3.700 millones de pesos eran billetes nuevos en circulación, y 18.560 millones que no habían salido al público. Por ese motivo y ante la imposibilidad de ser rastreados antes de ser utilizados, el Banco de la República tomó la decisión de reemplazar inmediatamente los billetes de 2.000, 5.000 y 10.000 por un nuevo cono billetario totalmente diferente, para proceder a la desmonetización de los existentes.

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