viernes, 28 de febrero de 2025

VESTIGIOS DE LA CIUDAD SAGRADA DE CARAL: 5 MILENIOS TRANSCURRIDOS

 Por Arq. Rodolfo Eduardo Medina.

Desde estas latitudes del Mundo ahora resulta innecesario recorrer gigantescas distancias y cruzar océanos para ver restos de civilizaciones que evolucionaron tanto o más que las egipcias, mesopotámicas o incluso prehistóricas.

La costa peruana es pródiga en yacimientos arqueológicos donde crecieron ciudades ciclópeas, con grandes pirámides y anfiteatros, las cuales ostentaban conocimientos urbanísticos, astronómicos y las técnicas constructivas y medio-ambientales más antiguas de esta parte del Mundo.

Como ya desarrollé en un post anterior (dividido en cuatro partes), la costa del Perú posee riquezas y sorpresas; bajo las arenas de los desiertos que se interrumpen con la bajada de los valles fértiles transversales, se encuentran escondidos asentamientos humanos donde la vida floreció en épocas muy pasadas. Estos sitios guardan ciertas características comunes entre sí: por ejemplo, todas se valen del sistema constructivo más ancestral de la Tierra, la piedra, y se hallan sobre territorios ahora inertes e imposibles para sustentar progreso humano alguno.

Uno de estos sitios, quizá de los más espectaculares, se localiza sobre un valle árido. Se accede desde el km 184 de la vía Panamericana Norte, a la altura de la ciudad de Supe e ingresando desde el intercambiador vial respectivo hacia la Carretera 102 (Caral - Las Minas).


CARAL, el sitio arqueológico donde se hallan los restos de la principal ciudad de la civilización Caral, se encuentra sobre el Valle de Supe, a 190 km al norte de Lima, y a 23 km del litoral. Se le atribuye una antigüedad de 5000 años y es considerada la CIUDAD MÁS ANTIGUA DE AMÉRICA, hasta este momento, puesto que aún no se ha encontrado en el continente otro asentamiento más antiguo con semejante diversidad de edificios monumentales, con distintas funciones ceremoniales y administrativas. Ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

Pues bien, la civilización de la región Norte Chico (también conocida como Caral o Caral-Supe), se desarrolló entre 3000 y 1800 a.C. (Arcaico Tardío y Formativo Inferior) es decir, fue contemporánea de otras civilizaciones primigenias como las del antiguo Egipto, la India, y China; pero a diferencia de ellas (que intercambiaron sus logros), se desarrolló en completo aislamiento.

En América, resulta que es la más antigua de las civilizaciones prehispánicas, superando en 1500 años a la civilización Olmeca (Monte Albán), otro importante hito civilizatorio ubicado en Mesoamérica. Con relación a Sumeria, la compleja sociedad Caral surgió sólo un milenio después.


El descubrimiento de Caral cambió todos los esquemas que hasta entonces se tenían sobre el surgimiento de las antiguas civilizaciones peruanas. Anteriormente se consideraba a Chavín de Huantar como el foco cultural de más vieja data en el Perú, con un máximo de 3200 años de antigüedad (1200 a.C.).

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Estrechamente relacionada con la ciudad de Caral se hallaba El Áspero, localizado en el litoral cercano a la desembocadura del río Supe, y que, según todos los indicios, fue su ciudad pesquera. Allí es donde se han hallado restos de sacrificios humanos (dos niños y un neonato), y más recientemente en 2016, de una mujer que presumiblemente perteneció a la élite local de hace 4500 años.


Complejo El Áspero, a vista de dron, orientación sur-norte.

Los sitios del Valle de Supe que formaban parte del núcleo de la civilización Caral eran ocho en total: Pueblo Nuevo, Cerro Colorado, Allpacoto y Llapta, ubicado sobre la margen derecha del río Supe; Miraya, Lurihuasi, Chupacigarro y la misma Caral, sobre la margen izquierda. Aunque, si hablamos de todo el espacio geográfico del valle (zona del litoral, valle medio y valle bajo), existen 25 asentamientos, por ahora identificados.


El entorno es árido y agreste, aunque al tratarse de un valle regado por un río hay porciones de vegetación discontinua. Se encuentra encerrada por la configuración de la cordillera: hacia el oeste los cerros de ambos lados del valle se cierran formando una garganta; lo mismo ocurre hacia el este. Prácticamente son 10 km de largo que conforman una sección de valle fértil, bien definido y de fácil control.


La imagen de arriba corresponde a la planicie árida del complejo Caral, al lado del río Supe sobre el valle homónimo (mirando hacia el noroeste).

En los años iniciales del siglo XX, el lingüista huachano Alfredo Torero publicó que el idioma quechua habría tenido su origen en los valles de Supe, Fortaleza y Pativilca (los tres forman parte de un extenso valle que corre longitudinal a la línea de costa); esta afirmación la hizo después de estudiar la toponimia (nombres de los lugares) de éstos.

Caral, nombre del centro poblado cercano al complejo arqueológico, aparece mencionado en los procesos de idolatrías del siglo XVII en Cajatambo. Es posible que Caral sea un nombre quechua; no obstante, sobre su significado no hay acuerdo, salvo que algunos expertos han propuesto que significa "fibra" o "junco". En todo caso, habría sido una voz de origen protoquechua.


DE CÓMO SE FUE DESCUBRIENDO CARAL

En 1905, Max Uhle investigó El Áspero, un asentamiento precerámico situado en el mismo borde litoral, como lo mencioné, el cual se encontraba enterrado en casi un 100%. Julio C. Tello exploró el mismo lugar en 1937. No hay evidencias que ambos investigadores se adentraran en el Valle de Supe y, por lo tanto, que llegaran a conocer el emplazamiento de Caral.

El primero que llamó la atención sobre Caral fue el viajero estadounidense Paul Kosok. Éste visitó el lugar juntamente con su compatriota, el arqueólogo Richard Schaedel, en 1949. En su informe, publicado en el libro "Life, Land and Water in Ancient Perú", en 1965, mencionó que Chupacigarro Grande (como se le conocía a Caral entonces) debía ser muy antiguo, aunque no pudo precisar su antigüedad. También contiene una impresionante fotografía aérea de un sector de la ahora llamada Ciudad Sagrada de Caral.


Foto de Paul Kosok.


Primera instantánea aérea tomada en 1949 del sitio sagrado de Caral, tal como se veía entonces, en su mayoría cubierta por la arena.

En 1965, el arquitecto peruano Carlos Williams hizo un detallado registro de la mayoría de los sitios arqueológicos del valle de Supe, entre los cuales registró a Chupacigarro Grande, a partir del cual hizo algunas observaciones sobre el desarrollo de la arquitectura en Los Andes. Lo presentó primeramente en el artículo Arquitectura y Urbanismo en el Antiguo Perú, publicado en 1983 en el tomo VIII de la serie "Historia del Perú" de la editorial Juan Mejía Baca. Y, después, en el artículo A Scheme for the Early Monumental Architecture of the Central Coast of Peru, escrito en 1985 en el libro "Early Ceremonial Architecture in the Andes".

En 1979, el arqueólogo suizo Frederic Engel visitó el lugar, excavó y levantó un plano del mismo. En su libro "De las begonias al maíz", publicado en 1987, afirmó que Chupacigarro Grande (Caral) pudo haber sido construido antes de la aparición de la cerámica en Los Andes (1800 a.C.). Sin embargo, los arqueólogos andinos asumieron  que el asentamiento era "acerámico", es decir, que había sido construido por una población que no utilizaba la cerámica, aunque ya se conocía en otros lugares de la zona andina.

Posteriormente, en 1994, la Dra. Ruth Shady Solís, antropóloga y arqueóloga peruana, recorrió nuevamente el valle y reidentificó 18 sitios con las mismas características arquitectónicas, entre los cuales ya se incluían cuatro de ellos con mayor detalle: Chupacigarro Grande, Chupacigarro Chico, Chupacigarro Centro, y Chupacigarro Oeste. Para diferenciarlos mejor, Shady los denominó posteriormente como Caral, Chupacigarro, Miraya, y Lurihuasi. Cabe señalar que chupacigarro es el nombre español que se le dio a un ave del lugar.


Foto de Ruth Shady, apodada la "Dama y guardiana de Caral".

Así, el equipo dirigido por Shady empezó a excavar en Caral, a partir de 1996; se elaboró un "plan Maestro", documento que da los lineamientos necesarios para convertir los yacimientos arqueológicos del valle y su patrimonio cultural monumental en un eje de desarrollo socioeconómico integral y sostenible de la región. Ella presentó sus datos, por primera vez, en 1997, en el libro "La Ciudad Sagrada de Caral-Supe en los albores de la civilización en el Perú". En dicho tratado sustentó abiertamente la antigüedad precerámica de Caral, afirmación que consolidó de manera irrefutable en los años siguientes, a través de las excavaciones intensivas en el lugar.

En la actualidad, el Proyecto Especial Arqueológico Caral-Supe (PEACS) está a cargo de los trabajos de investigación y restauración en el complejo, así como de los asentamientos coetáneos del Valle de Supe y del Valle de Huaura (Vichama).


La Dra. Shady protege con absoluta devoción desde hace casi tres décadas, pero no ha sido un cometido apacible ni mucho menos fácil. De hecho, más que una arqueóloga parece una doble para escenas de riesgo de una película: ha sido amenazada de muerte y en una ocasión, en el 2003, casi la matan de un disparo en el pecho durante un asalto en las instalaciones.

Es uno de los sitios arqueológicos más importantes de la Tierra y actualmente se están cometiendo (y en vías de cometer) crímenes en Caral que están poniendo en peligro la vida de los investigadores y expertos: basta un descuido y se pueden borrar secretos arqueológicos esenciales de las páginas de la historia.

La razón por la que se encuentra en el punto de mira es que las tierras del Valle de Supe y Huaura, cerca del complejo de Caral, son propicias para desarrollar actividades agrícolas y para la explotación de minerales. Varias familias están interesadas en ellas, pero la Dra. Shady no está dispuesta a que pisoteen el patrimonio peruano.

En general, salvo ciertas acciones particulares por parte de ONGs y una que otra organización oficial, los yacimientos arqueológicos peruanos no son tomados en cuenta con seriedad desde los descubrimientos, para su estudio y preservación. Tratándose este sitio como muy importante y de gran interés para la historia de la humanidad, los medios de comunicación locales, por ejemplo, describen la situación de Caral como "tensiones protagonizadas entre ocupantes y especuladores de tierras y el equipo de la profesora Shady".

Además, la crisis sanitaria desatada por la Covid-19 desde el 2020, no ha hecho más que agravar esta situación: aprovechándose de la ausencia policial, ya que se ha retirado toda la protección de la zona arqueológica por falta de personal, han invadido el lugar y han introducido maquinaria!
La propia Shady cuenta que en su cabaña del valle tenía que poner tablas en las ventanas para que no la dispararan. Ella sigue firme en su decisión de conservar, preservar y difundir el valor de este descubrimiento, porque según comenta en una entrevista, "no es posible que no haya suficiente interés por la protección del patrimonio". Por ahora la arqueóloga está a salvo, pero el miedo no deja de visitarla.

Más allá de estas consideraciones, no se trata solamente de un yacimiento petrolífero potencial sin explotar ni de un caso de desforestación. En Caral está ocurriendo algo mucho más profundo y oscuro que algunas ruinas interesantes amenazadas por desarrolladores y mercantilistas corruptos. Este es un intento de evitar que la historia humana cambie radicalmente debido a las revelaciones que el lugar arrojaría y que harían romper el statu quo.


CONSIDERACIONES DEL COMPLEJO CARAL-SUPE

El estado de la ruta que conduce al sitio de Caral, poco después de abandonar la Panamericana, se encuentra en pésimas condiciones, pero el escenario del valle con vegetación, entre las murallas de las estribaciones andinas, resulta imponente.


Del camino se bifurca un sendero en el último par de kilómetros que conduce hasta una plataforma arenosa que se encuentra a un par de metros por encima de la cota del sendero. Desde el ingreso al campus arqueológico se alcanza a visualizar el paisaje surrealista de las pirámides de piedras texturizadas que se sobreponen a los tonos opacos de las montañas.



En sí, Caral se trata de un enorme emplazamiento con varios edificios aparentemente aislados, con una organización cardinal de 11 templos-pirámides dispuestos entre varios conjuntos residenciales que conforman un área aproximada triangular que abarca 66 hectáreas, sobre una plataforma de terrenos aluvionales, a 350 m.s.n.m. De acuerdo a algunos especialistas, algunos de los sitios individuales del complejo se remontan al año 2600 a.C. Posteriormente, el innovador análisis efectuado con radiocarbono14 de la Dra. Shady (146 pruebas fechadas y realizadas en los EEUU), publicado en la revista Science, retrasó 1000 años la fecha más antigua conocida de la sofisticada cultura andina.

Estos primeros habitantes andinos llegaron antes del período de la "alfarería". En otras palabras, existieron en el período precerámico, como ya lo hemos mencionado en párrafo anterior y, sin embargo, estaban involucrados en proyectos masivos de construcción de montículos, plataformas y volúmenes geométricos.
De acuerdo con la comprensión convencional de cómo se poblaron las Américas, esto significaría entonces que estaban construyendo pirámides truncas antes de descubrir cómo cocer arcilla o trabajar metales, incluso antes de que la humanidad se asome a los conocimientos de la agricultura a gran escala.

Es difícil no exagerar la importancia de lo que todo esto significa en relación con toda la cuna andina de la civilización humana. Si Caral resulta ser el asentamiento original, que luego influyó en sus numerosos y misteriosos contemporáneos, las culturas Chachapoyas, Paracas, Nasca, Inca, y Moche, entonces este antiguo sitio tiene todos los indicios de que podría ser la proverbial piedra de Rosetta, la clave que permitiría a los científicos e historiadores determinar el origen de todas estas misteriosas culturas.

De acuerdo a lo expuesto, entonces se admitiría que la cultura Caral debió ser contemporánea de la enigmática cultura Paracas, que exhibía cráneos alargados, cabello castaño rojizo, y que pudo haber tenido vínculos con esta cultura del Norte Chico.

Un dato importante es que, lo que mantenía unida a la población de Caral era presumiblemente la religión, que sería el medio de cohesión y coerción social. Esto se infiere de la presencia de grandes monumentos de carácter religioso (pirámides y templos). Por otra parte, la dominación regional de Caral, según los estudios, se ejerció de manera enteramente pacífica durante un período que podría ser de 500 a 1000 años, durante los cuales, Caral no dejó rastros de fabricación de armas, testimonios, ni evidencias de haber organizado un ejército o dirigido una guerra.

Otra evidencia que está siendo estudiada desde hace 15 años por la Dra. Shady son los efectos de un cambio climático decisivo que habría afectado a la civilización Caral hace unos 3800 años sobre la costa central de Perú.


CÓMO ES CARAL

El plano de la ciudad y algunos de sus componentes, en particular las estructuras piramidales y el conjunto residencial de la clase dominante, atestiguan claramente la existencia de funciones ceremoniales reveladoras de una fuerte ideología religiosa, que contrasta con un entorno agresivo y telúrico.


El complejo, excepcionalmente preservado (y lo que se encuentra excavado), resulta impresionante por la concepción y complejidad de sus elementos arquitectónicos y espaciales, sobre todo en el diseño y el esquema de partido que identifica a las pirámides de más importancia con sus plataformas monumentales simétricos de piedra y tierra, y los patios circulares a subnivel. Comprende (hasta el momento) seis grandes estructuras piramidales, cinco templos, y varios restos de estructuras de conjuntos de viviendas colectivas.



Detalle aéreo de dos de las plazas circulares hundidas del complejo Caral.

Las propiedades acústicas de estas llamadas plazas o anfiteatros hundidos son quizá el aspecto más fascinante, ya que evidencian niveles extremadamente altos de sofisticación y técnica. No puede haber duda sobre el intento deliberado de amplificar los efectos acústicos con fines rituales, y esto se ve reforzado por el tesoro de instrumentos musicales antiguos descubiertos en Caral, incluidas 32 flautas de hueso compuestas de restos de cóndores y pelícanos. Además, en el Valle de Supe, también fueron descubiertos 37 instrumentos de viento tipo corneta, elaborados con huesos de venado y de llama.

El hallazgo de un quipu (ramal de cuerda con varios nudos de colores, anudado a otros ramales similares y utilizado para registrar y transmitir relatos, noticias y cuentas) dan cuenta del grado de desarrollo de esta civilización.

En cuanto a detalles de los acabados arquitectónicos, las paredes de las estructuras piramidales estaban enlucidas con barro y pintadas de blanco o amarillo claro, y, ocasionalmente, de rojo. Una escalera central conducía hacia la parte superior donde se hallaban varios recintos interiores. En el cuarto principal había plataformas bajas ubicadas en dos o tres de sus lados, y sobre el centro, un fogón compuesto por un hoyo en el suelo, recubierto con barro.



Detalle y corte sobre un recinto de fogón. En el complejo se han encontrado cinco altares con fogones particularmente diseñados con conductos de ventilación.

Hablando de los hoyos de los fogones, un notable mecanismo utilizado fue el sistema de conductos de aire destinado a avivar el fuego durante los ritos religiosos mediante el estrechamiento de los mismos, fenómeno físico llamado científicamente "Efecto de Venturi", lo que se produjo simultáneamente con la construcción de complejas redes de riego para los cultivos y el abastecimiento de agua a la urbe.

También se ha descubierto una técnica constructiva-resistente utilizada por los habitantes en el alzado de los muros; ellos aplicaron complejos principios físicos, fruto de la observación empírica. Un ejemplo de ello es la shicra, una especie de bolsa de red tejida con resistentes fibras vegetales; se las usó cargadas con piedras de distintos tamaños que, al ser colocadas como relleno de las plataformas piramidales, daban estabilidad a las estructuras durante los terremotos distribuyendo las ondas sísmicas por todo el edificio.


El alzado de los muros y terraplenes sigue una especie de patrón de mezcla de tonalidades ocres, claros y oscuros, que les confiere dinamismo.


A continuación se puede ver un detalle de sector del contorno de una de las plazas circulares hundidas.


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Desde la perspectiva de lo urbano, Caral se encontraba dividida en dos zonas, una central y otra periférica.

La ZONA CENTRAL O NUCLEAR es el sector donde se ubican 32 estructuras públicas y varios conjuntos residenciales distribuidos en dos mitades.

La mitad superior (CARAL ALTO), al norte, posee las construcciones públicas y residenciales más significativas de la ciudad: siete edificios monumentales (pirámides truncas), dos plazas circulares hundidas (frente a sendas pirámides), dos espacios para la congregación colectiva (Plaza Central y Plazuela de la Huanca), unidades residenciales para funcionarios, así como un extenso complejo residencial para especialistas y sirvientes.

La mitad inferior (CARAL BAJO), al sur, cuenta con edificaciones menores, como el conjunto arquitectónico del Anfiteatro, el edificio del Altar Circular y un conjunto residencial, también de menor tamaño.

La ZONA PERIFÉRICA O MARGINAL contiene grupos de viviendas distribuidas en forma de islotes que bordean el valle. Cabe señalar que los edificios residenciales no eran solo viviendas domésticas sino también talleres.


PERÍODOS DE CONSTRUCCIÓN DEL COMPLEJO

La construcción de Caral se desarrolló a través de un largo proceso de casi 1000 años, en las que se sucedieron una serie de remodelaciones y superposiciones. Los arqueólogos han detectado seis fases en dicho proceso:

  • Inicio (hacia el 5000 a.C.).
  • Primeras construcciones de mayor tamaño (3000-2600 a.C.).
  • Una remodelación general y anexión de las plazas circulares (2600-2300 a.C.).
  • Período tardío en el que se ampliaron los edificios públicos (2300-2200 a.C.).
  • Pérdida de su importancia (2200-2100 a.C.), al mismo tiempo que crece otro asentamiento en el valle bajo, llamado Era de Pando, de mayor tamaño que Caral.
  • Se abandona paulatinamente Caral y se procede a enterrar sus edificios (2100-1800 a.C.).

Se desconocen las causas del fin de Caral. Posiblemente el sitio sufrió los estragos de eventos naturales, como terremotos de gran magnitud y los Fenómenos de El Niño con carácter arrasador.

En varios templos monumentales, como la Huaca de Sacrificios de El Áspero y el Templo Piramidal Mayor de Caral, se han encontrado señales de intensa actividad sísmica, que muestran grandes fisuras y desniveles entre pisos que luego fueron cubiertos por nuevas construcciones. Los sismos debieron tener una magnitud de 7 a 9 en la escala de Richter.
Pero lo más probable, lo que más afectó fue uno o varios catastróficos Fenómenos de El Niño, caracterizados por lluvias torrenciales, huaycos y desbordamientos de ríos, que sin duda provocarían un gran colapso en la economía agrícola, pues las zonas dedicadas al cultivo se convertirían en pantanos y ciénagas; otras consecuencias adicionales serían el enarenado de las playas así como grandes tormentas de arena y polvo que cubrirían los campos de cultivo del Valle de Supe.

En este escenario resulta muy posible que los residentes se vieran obligados a migrar a otros lugares donde seguramente construyeron nuevos asentamientos urbanos y aplicaron similares tecnologías. Casualmente otros templos y centros administrativos surgieron por esa época en los valles costeros cercanos a Caral, así como más al norte y en la sierra. Entre ellos están Vichama (Végueta, Huaura), Sechín, La Galgada y Huaricoto (Ancash), y Kotosh (Huánuco). Estos centros demuestran la continuidad de la civilización andina, cuyo nodo primigenio fue sin duda Caral.


LOS EDIFICIOS Y SITIOS IMPORTANTES DE CARAL


SECTOR CARAL ALTO

PIRÁMIDE MAYOR (SECTOR B).
Es el de mayor volumen y extensión; mide 150 m de largo, 110 m de ancho, y 28 m de alto.
Domina la plaza central urbana, un extenso espacio donde se cree se realizaban las ferias. Por su ubicación y tamaño se supone que debió ser el principal edificio de Caral. Forma parte de un conjunto que se complementa con una plaza circular hundida y una imponente estructura de plataformas escalonadas. Es la estructura emblemática de la ciudad de Caral y la que suele mostrarse mayormente en las representaciones gráficas. El edificio era el centro del poder político, administrativo y religioso.


Esquema de la Pirámide Mayor.

PIRÁMIDE LA CANTERA (SECTOR B).
Llamado así por estar construido sobre un promontorio rocoso usado anteriormente como cantera. En su cima tiene un altar circular, dotado de un enorme fogón con conductos subterráneos que aseguraban el encendido permanente del fuego. Su función era principalmente ceremonial, con algunas funciones administrativas.

PIRÁMIDE MENOR (SECTOR G).
Es el edificio más pequeño de la parte piramidal de la ciudad. Su escalera principal estaba situada originalmente sobre el lado norte; luego fue cambiada hacia el lado oeste. Se practicaban actividades administrativas y ceremoniales.

PIRÁMIDE CENTRAL (SECTOR C).
Es el segundo en dimensión, con una altura de 18 m. Está situado al oeste de la plaza central. Adyacente a ella se ha desenterrado una plaza ritual.

PIRÁMIDE LA GALERÍA (SECTOR H).
Es el tercero en dimensión, y está ubicada sobre el extremo este de la ciudad. En su cima hay una galería subterránea cuya función aún se ignora. Al sur de la pirámide se halla un conjunto de recintos asociados al edificio. Sus características demuestran un uso habitual para actividades ceremoniales y sociopolíticas, vinculados con el elevado estatus de los funcionarios.


EDIFICIO DE LA BANQUETA (SECTOR N).
Es un templo de menores dimensiones, con evidencia de varios períodos de cambio.

EDIFICIOS ESPECIALES (SUBSECTOR E2-E3).
Conformado por dos edificios piramidales originalmente diferenciados, pero que posteriormente fueron convertidos en uno solo.

PIRÁMIDE LA HUANCA (SECTOR I).
Al frente de su fachada principal se encuentra un monolito hincado sobre el suelo, al que se denomina "la Huanca", el cual posee 2.15 m de alto. Actividades ceremoniales y administrativas.




SECTOR CARAL BAJO

TEMPLO DEL ANFITEATRO (SECTOR L).
Es una estructura amurallada, con una plaza circular hundida con forma de anfiteatro, cuyo diámetro es la de mayor tamaño de la ciudad, con 29 m. Es la estructura más importante de la mitad baja de Caral y la más conocida de todo el asentamiento después de la Pirámide Mayor.

EDIFICIO DEL ALTAR CIRCULAR (SECTOR P).
Destaca un altar circular con fogón y sus conductos subterráneos. El detalle del mismo fue incluido en párrafos anteriores.


VIVIENDAS

La ciudad consta de varios sectores residenciales, que se dividen en: conjuntos residenciales multifuncionales y en las residencias de los funcionarios anexas a los edificios públicos.

Los conjuntos residenciales multifuncionales está conformada por numerosas viviendas agrupadas en subconjuntos y separadas entre sí.

  • Conjunto Residencial Mayor (Sector A), en Caral Alto.
  • Conjunto Residencial Menor (Sector NN2), en Caral Bajo.
  • Sector Residencial de la Periferia (Sector X), ubicado en la periferia de la ciudad.
  • Subconjunto Residencial D1 (Sector D), ubicado en la periferia.

Residencias de los funcionarios de los edificios públicos. Se hallan anexas a los edificios públicos y se cree que fueron ocupados por los funcionarios que administraban dichos edificios.

  • Unidad Residencial B1 (Caral Alto), anexo a la Pirámide de la Cantera.
  • Conjunto residencia de Élite I2 (Caral alto), anexo a la Pirámide de la Huanca.
  • Unidad residencial B2 (Caral Alto), anexo a la Pirámide de la Cantera.
  • Sector residencial H2 (Caral Alto), anexo a la Pirámide de La Galería.
  • Unidad Residencial B5 (Caral Alto), anexo a la Pirámide de La Cantera.
  • Unidad Residencial Q1 (Caral Bajo), anexo a la Pirámide del Altar Circular.













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LA PLAZA CENTRAL

Es la gran explanada hacia la cual se orientaban las fachadas de las pirámides y las residencias del complejo. Las huellas de diferentes postes o mojones ponen en evidencia la periódica instalación de tiendas para el intercambio de productos, algo parecido a lo que serían las ferias de pueblo actuales de la sierra.
En el período antiguo se constituyó sobre la explanada un conjunto de recintos interconectados y su función cambió a través del tiempo.


EL ALTAR DE FUEGO

Construcción ceremonial ubicada en el espacio interior del Templo del Anfiteatro. De carácter eminentemente ritual, su uso fue restringido.


EL GEOGLIFO

Está asociado al asentamiento de Chupacigarro. Representa una cabeza orientada hacia el este. Fue construido mediante un cuidadoso planeamiento y conocimiento de la perspectiva y la proporción en relación con observaciones astronómicas. Su función era de la predicción del tiempo y de los fenómenos naturales en relación con sus actividades.



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POBLACIÓN DE CARAL DURANTE LA ETAPA DE AUGE

Los cálculos más conservadores estiman que la ciudad sagrada albergaba de 1.000 a 3.000 habitantes. Se ha determinado que existía una gran diferenciación social, con clases estratificadas, cada una de las cuales cumplían determinadas funciones y estaban organizadas de manera jerárquica.

De acuerdo a la percepción de los arqueólogos, "la obra arquitectónica en la ciudad y en el campo, así como los materiales asociados, evidencian una organización social compleja en tres estratos jerarquizados: la población mayoritaria, los especialistas, y las autoridades conductoras de lo terrenal y lo espiritual".

Una de las actividades más importantes dentro del complejo fue la ASTRONOMÍA. Se han encontrado múltiples evidencias de que los hombres de Caral contaban con conocimientos de astronomía, que aplicaban en la elaboración del calendario relacionado con la celebración de festividades y de otras actividades económicas, religiosas y cívicas.


Sobre el terreno se encuentran geoglifos y líneas esparcidos e hincados sobre las planicies desérticas a modo de hitos o puntos de referencia, lugares que coinciden con piedras talladas dispersas. Es de destacar también que el monolito o huanca hincado en una de las plazas públicas (al frente de la Pirámide La Huanca), habría sido un instrumento de observación astronómica junto a otros dispositivos que ya no están.

Fuera del complejo de Caral, e incluso dentro de otros valles transversales que suben hacia la cordillera, es común encontrar de manera solitaria estos monolitos clavados sobre una hondonada concéntrica y rodeada de un perímetro de piedras dispuestas en forma radial, sin más entorno que los cerros desnudos. Tuve la oportunidad de fotografiar uno de esos monolitos, con respetable altura, y con ocasión de un viaje en la que subí al Callejón de Huaylas: lo visualicé desde el valle a la distancia sobre la Ruta PE-16 que transcurre entre Pativilca y Conococha: es el sitio conocido como Sitio Arqueológico de Huaricanga. El escenario resultaba inquietante ya que, en vez de uno eran dos extraordinarios monolitos de aproximadamente 3 m altura.


Estos conocimientos, de los engranajes y movimiento de los cielos y sus astros, los aplicaron también en la orientación de los edificios públicos en un ángulo específico que coincide con el valor de la inclinación de la eclíptica terrestre: es más toda la implantación urbana de la ciudad Caral se rige con este valor.

El eje de rotación de la Tierra se encuentra inclinado unos 23.5° respecto al plano de la eclíptica, que es la trayectoria aparente del Sol en el cielo, inclinación necesaria que regula los ciclos de las estaciones y el clima.


La Eclíptica es la línea curva por la que parece discurrir el Sol alrededor de la Tierra, en su movimiento aparente visto desde la Tierra. Está formada por la intersección del plano de la órbita terrestre con la esfera celeste.

Si este eje no estuviese inclinado, todos los días tendrían la misma duración de 12 horas, sin importar la época del año. Obviamente no habría solsticios ni equinoccios, ya que dicha inclinación es la responsable de las variaciones estacionales debido a la cantidad de luz solar recibida en la superficie en función de la elevación solar y la ocurrencia del zenit (el punto más alto del astro en el cielo, en relación con el observador).



Más allá de los conocimientos que pudieran haber poseído los habitantes de Caral, resulta apasionante y a la vez inquietante volver a preguntarse en qué referencias históricas del mundo se desarrolló semejante civilización. Si Caral-Supe es efectivamente la cuna de la civilización andina, quiénes estuvieron antes que ellos? Y cómo, ubicándolos en un contexto primitivo de nuestra historia -hasta donde la conocemos- ellos supieron ejecutar sus destrezas y actividades, dejando el vasto vestigio arquitectónico de tal magnitud.

En Caral se habrían detectado los exponentes más antiguos de las principales instituciones de la época prehispánica, y probablemente de nuestros albores como sociedad conformada, como la reciprocidad (sistema de intercambio y circulación de bienes y servicios), el calendario ceremonial (relacionado con la celebración de festividades y otras actividades económicas), o la construcción y renovación de templos ciclópeos, entre las más relevantes.

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Ahora que este sitio arqueológico entró de lleno en el concierto de las joyas turísticas que posee Perú, debería rigurosamente implementarse mecanismos suficientes y eficaces que ayuden a preservar este magnífico patrimonio, un lugar que podría poseer parte de las respuestas existenciales de nuestra raza y entender mejor la trayectoria, posibilidad con el que no todo el mundo está de acuerdo. El turismo masivo, una vez que este emplazamiento se haya dado a promocionar, estará muy probablemente a la par que Machu Picchu, turísticamente hablando, ya que se considera de fácil acceso y de poco tiempo de viaje desde la ciudad capital peruana. Esa situación comportaría riesgos para la salud de tan delicado legado, así parezca dotada de fortaleza dada por la naturaleza.


Vista panorámica de las Pirámides de La Huanca y la Pirámide La Galería. En primer plano (al lado de la Pirámide de La Huanca), las ruinas del Conjunto Residencial de Élite I2.

Entre enero de 2003 y junio de 2021, un total de 1.000.608 turistas visitaron la "Ruta de la Civilización Caral", que comprende los valles de Supe y Huaura. La Ciudad Sagrada de Caral fue el sitio arqueológico que más visitas recibió: 833.650 personas (entre ellas el que suscribe, en 2017).

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Un sitio así no podía pasar desapercibido para la memoria y qué mejor que celebrarlo como homenaje impreso sobre el papel moneda.

Por ese motivo, y aprovechando el diseño de la segunda serie de los Soles actuales, es que este monumento arqueológico se integra la serie llamada "Patrimonios Nacionales", con el billete de DOSCIENTOS NUEVOS SOLES.
Sobre el reverso se puede apreciar la vista panorámica de la emblemática Pirámide Mayor de Caral, con la plaza hundida circular.


Sistema Monetario: Nuevo Sol.
Billete de 200 Nuevos Soles.
2009.
Reverso: Panorámica de la Ciudad Sagrada de Caral.
Anverso: Isabel Flores de Oliva (Santa Rosa de Lima).
Tamaño: 140x65 mm.
Pick SCWPM-186.

domingo, 23 de febrero de 2025

MEMORIAS DE ANDINIA SOBRE LA RUTA ENTRE GUAYAQUIL Y LIMA, PARTE IV

Por Arq. Rodolfo Eduardo medina.

PARTE IV


DE TRUJILLO A LIMA.

Siempre recorriendo el asfalto de la ruta Panamericana, por detrás del complejo arqueológico de Chan Chan y sin ingresar al casco central de Trujillo, se llega a un óvalo distribuidor, el cual señala la salida sur de la ciudad  el parque industrial de la ciudad capital departamental. Varios carteles indicativos anuncian sobre la avenida que hay calles que se adentran campiña adentro en dirección este, hacia la explanada de otro gran complejo arqueológico, el de las Huacas del Sol y de la Luna y el museo respectivo.

Resulta admirable que todas estas civilizaciones del desierto tuvieron la osadía de establecer centros urbanos importantes sobre el territorio. Y es que los moches fueron grandes ingenieros hidráulicos. De esta manera pudieron solucionar la escasez de agua justamente en las partes más desérticas de su territorio, como el valle donde se encuentran estas huacas.
Las Huacas del Sol y de la Luna son las construcciones más importantes de toda la historia Moche, ya que el valle donde se encuentran emplazadas era considerado como la capital de esta cultura, aunque el propósito de ésta comparado con el cercano complejo de Chan Chan era distinto.

Este sitio está ubicado a unos cinco km al sur de Trujillo en el distrito de Moche. Estas huacas eran totalmente desconocidas hasta hace unos 30 años, cuando fueron descubiertas producto del azar. Antes de eso, las huacas estaban cubiertas por arena y arbustos espinosos, y no parecían más que un par de cerros que la gente utilizaba como paseo para realizar caminatas.

Poco antes de llegar al recinto, al pie del camino, se bordea un peculiar cerro segmentado, semejante a un volumen trapezoidal con las superficies erosionadas. A pocos metros está el ingreso donde funcionan las instalaciones del museo.



Pasando el museo, hay que trepar unas escalera para llegar a las excavaciones efectuadas (y techadas) sobre las laderas de la Huaca de La Luna. El panorama resulta impresionante: desde ese punto se controla todo el valle, la gran Huaca del Sol que se ve enfrente (el cerro trapezoidal que mencioné en el párrafo anterior), y más allá el conglomerado urbano de Trujillo.




Entre estas dos impresionantes huacas se encontraba el núcleo urbano de los moches, donde había plazas, viviendas, y calles en las que vivía una sociedad jerarquizada y dedicada a diferentes profesiones.
Por ejemplo, la clase alta, formada por los sacerdotes, tenían sus casas a los pies de la Huaca de La Luna, que es el cerro que posee el mejor aspecto de pirámide. En el centro del valle se encontraban los artesanos o textileros pertenecientes a la clase media alta; los agricultores y pescadores habitaban en los perímetros ya que formaban parte de la clase baja.



Desde el sector de la clase alta, en la parte superior de la Huaca de La Luna, se obtiene un panorama excelente de todo el entorno. De acuerdo con el dibujo de arriba, así debe haber lucido el valle con el asentamiento urbano en su esplendor y la Huaca del Sol al fondo.



La Huaca de La Luna resulta ser una gran pirámide que alcanza los 21 m de altura, la cual está formada por tres plataformas y cuatro plazas ceremoniales. Era un templo en el que, entre otras actividades,se realizaban sacrificios humanos. Para escoger a las personas que iban a ser ofrecidas se llevaba a cabo una pelea y el perdedor era degollado. Su cabeza era ofrecida a Ai Apaec, el dios decapitador (nombre que mencioné en la Parte III, acerca del complejo El Brujo). Esta deidad era temida, adorada, y encargada de castigar y proteger a los moches a partes iguales.

Una de las cosas más sorprendentes de la Huaca de La Luna son sus coloridos relieves. Los moches utilizaban óxido de diferentes minerales para darle color a los grafismos de relieve sobre los muros de sus construcciones y así consiguieron que, a pesar del paso de los años, las imágenes que ellos crearon sigan con sus colores prácticamente intactos.

En los relieves contaban historias de su día a día, y representaban infinidad de simbologías: sacerdotes danzando, guerreros perdedores mantenidos como prisioneros, dioses representados por distintos animales. Pero, entre todos los relieves, el que más destacaba era el de la deidad  Ai Apaec.


La lectura de este dios degollador es bastante siniestra. Los arqueólogos manifiestan que está formada por óculos de búho, colmillos felinos, cabellos ondulados tipo olas del mar o tentáculos de pulpo. Todo eso, como se pueden imaginar, le daba un toque de contrariedad al semblante de Ai Apaec, lo que hacía que los moches invirtieran todas sus fuerzas en calmar su ira.

Otra de las características de la Huaca de La Luna es que hay cinco niveles superpuestos. Esto se debe a que cada vez que llegaba un nuevo mandatario ordenaba enterrar y sellar el templo anterior para empezar de cero una nueva construcción bajo sus indicaciones.







En uno de los niveles de la huaca, los muros poseen una colección impresionante de representaciones texturizadas, en muy buen estado de conservación.


La Huaca del Sol, el peculiar cerrito segmentado sobre el camino de acceso al complejo, que yo mencionara en párrafos anteriores, en cambio, era el centro político-administrativo de la cultura Moche. Esta edificación, con forma de pirámide trunca, está formada por más de 140 millones de adobes que fueron colocados uno por uno, según cuentan las crónicas, por 250.000 hombres. Pero hay un dato aún más impresionante: la leyenda dice que se tardó tan solo tres días en construir la Huaca del Sol. Claramente los moches no fueron grandes defensores de los derechos de los trabajadores, parece.

Esta huaca permanece aislada y por ahora se restringe el acceso al público debido a que se encuentra en primera fase de reconocimiento y estudio. Al igual que la Huaca Cortada de El Brujo, esta pirámide se encuentra en profundo deterioro y sus lados inclinados muestran la desnudez de la complejidad estructural de las líneas de adobe.



A pesar de que desde hace tres décadas se han realizado intensos trabajos de excavación en las Huacas del Sol y de La Luna, la mayoría de estos terrenos permanecen aún enterrados con muchos secretos escondidos. Uno de ellos salió a la luz en 2013: excavadores hallaron un total de 300 tumbas acompañadas de cerámicas de gran valor.

En fin. Dejemos por ahora las huacas, y prosigamos añadiendo kilometraje al auto en la Panamericana.

La salida sur de Trujillo es una autopista recta que trepa una leve pendiente constante hacia las laderas de los cerros vecinos que bajan hacia una costa abrupta e irregular. A la derecha, en dirección al poniente, se alcanza a ver las instalaciones portuarias de Salaverry, escondidas debajo del precipicio.

Viendo el panorama hacia atrás, queda el manchón urbano de Trujillo que posee regularmente un velo de bruma suspendido en el cielo, particularidad que se debe a la densidad vehicular e industrial, encerrado por las estribaciones en tres de sus puntos cardinales.


En los siguientes kilómetros, aparecen grandes extensiones de hectáreas de cultivos de arándanos, que se distribuyen a través del valle longitudinal de Virú (km 520), arrimado a un cordón montañoso con tonalidades ocres. En medio del valle están las poblaciones de San José, Virú (a la cual se accede por un desvío), y la villa comercial de Chao.

Esta última población posee un área de bosque protegido (Puquio de Santa Rosa) que se alcanza a ver en dirección suroeste hacia la costa. En este punto termina la irrigación del valle fértil de Virú, y empieza un largo tramo desértico, lugar que tiene por nombre "pampa Las Dunas”, con la única compañía de las peculiares torres aisladas de tendido de alta tensión que trepan sobre la surrealista policromía de las montañas en sucesión hasta las cumbres. Estas cimas sobrepasan los tres kilómetros y medio hasta el lomo, considerándose esta cota como la cúspide de la cordillera occidental peruana más cercana al mar, justo donde la Panamericana ingresa al departamento de Ancash.




Debido a la actividad tectónica de las placas, cuya subducción se encuentra a la distancia más cercana a la costa en estas latitudes, ha producido una elevación reciente e imponente con la porción más atormentada de Los Andes jóvenes; muchas montañas se encuentran marcadas por los estratos surgidos abruptamente desde las entrañas de la placa continental, cortezas con diferentes texturas y colores.

A continuación, la autopista vuelve a acercarse a la costa en medio de un llano arenoso de pendientes suaves; al pasar el poblado de Guadalupito, la ruta efectúa una amplia curva con un viaducto que atraviesa el río Santa, arteria fluvial no navegable, el cual desciende desde el corazón del Callejón de Huaylas. Ingresamos al valle agrícola de Santa y los asentamientos que avisan la proximidad de la zona metropolitana de Chimbote, a la cual se ingresa luego de cruzar el estrecho túnel de montaña Coishco (km 440).


En general, tengo recuerdos difusos y poco agradables de Chimbote. En casi todos mis viajes por tierra, cuando he transitado por sus calles polvorientas, más que nada en horarios nocturnos, me ha llamado la atención el caos ambiental reinante con una niebla que pesa, la cantidad de basurales en el perímetro, y principalmente, el olor a harina de pescado debido a la gran cantidad de industrias pesqueras y procesadoras.

Por una vez, al percibirla de día y “manejándola” desde mi auto, la encontré bastante mejorada y ordenada, sin la atmósfera pútrida de antaño pero con el cielo diáfano. La verdad, es que la ciudad ha crecido un montón y, actualmente los barrios perimetrales se extienden de manera considerable hacia el sureste venciendo la pampa arenal sobre la salida urbana meridional, a la altura de los terrenos del aeropuerto local, que miran hacia una costa irregular, con entrantes y salientes peninsulares, de radas e islotes con morfologías agrestes.

Una vez que se atraviesa la estación de peaje Vesique (km 415), en medio de una explanada rodeada de cerros con ceniza, hay un pequeño valle transversal regado por el río Nepeña, con cooperativas agrarias urbanas como la comuna Huambacho. Hacia la derecha de la autopista, que a esta altura consta de dos autovías paralelas cada una en sentido de circulación contraria, hay caminos que comunican pequeños balnearios de casitas blancas.


Uno de ellos (para mí, el más coqueto), es Playa Tortuga (km 398), lugar que se distingue claramente desde la Panamericana en medio de un escenario típico de la península arábiga, con un acceso vial adornado de palmeras chatas.






El pueblo es bastante sencillo aunque no posee comodidades, salvo un hotel (que no atendían) y pocos restaurantes. Pero el ambiente es muy bonito y sereno como para pasear sin prisa. La playa contiene una arena gruesa color oscuro y aparentemente el agua de la pequeña bahía está algo contaminada; aún así, los atardeceres desde el rudimentario malecón son magníficos.




La autopista Panamericana, que transcurre paralela a la playa, se aleja a la altura del desvío al próximo puerto de Casma, y se interna tierra adentro hasta llegar a la ciudad de Casma (km 380). Esta apacible ciudad tiene la virtud de compartir sus dominios al lado de una reserva con muchos vestigios arqueológicos de antiguas civilizaciones del Perú. Incluso, dentro del perímetro urbano hay cerros que parecerían que contienen huacas y pasajes en el interior.



Realmente la zona de Casma es un gran yacimiento de vida pasada que supo tener gran actividad. En efecto, al salir de Casma, en una curva pronunciada de la carretera y a la altura de otro desvío que se dirige al Callejón de Huaylas, se comienzan a visualizan varios cerros que contienen estructuras líticas con muros y nichos, provenientes de la cultura Sechín. Estos emplazamientos arqueológicos se hallan catalogados por sectores: Sechín Alto y Sechín Bajo, Taukachi Konkan, Manchán, Pampa de Las Llamas o Moxeque, y el Observatorio de Chankillo. La mayoría están semi-enterradas, esperando ser suficientemente descubiertas para el análisis científico.

Después de abandonar el valle de Casma prosigue el inmenso mar de arena a la par del siempre omnipresente murallón granítico de Los Andes con sus tenebrosos colores pasteles. La ruta que serpentea de manera suave ondulante, desciende hacia el sector de Playa Grande, concurriendo un desvío bien señalizado hacia la derecha, a la playa chimbotana de La Gramita.






A continuación, luego de bordear un conjunto de cerros costaneros, la vía vuelve a acercarse a la ribera irregular llena de lomas escarpadas que se precipita al océano formando acantilados.



Aparece un ingreso a la escondida Playa Pan de Azúcar; entonces la vía baja y corre paralela a la playa, sitio donde se encuentra un control de peajes (Peaje Huarmey). A partir de aquí se sucede una pequeña colección de playitas, desde el acceso al balneario de Culebras (km 312), hasta el desvío hacia la Playa Tuquillo (km 309).


La ciudad y puerto de Huarmey (km 297), se encuentra sobre un valle transversal que riega el río Huarmey. Luego de algunas granjas salpicadas sobre la pampa arenal, el reinado de la aridez absoluta y de los fantasmales cerros sobrecoge. La autopista sigue rompiendo la monotonía unilineal separada en dos vías paralelas. Sobre ciertos segmentos el océano es visible, pasando Huarmey, sin embargo, la árida explanada llega al mar en forma de meseta y se derrumba con alturas que llegan a superar los 150 metros.

Con ocasión del último viaje que efectué en noviembre de 2016, mientras transitaba la Panamericana a la altura de Playa Escondida (km 273) y a última hora de la tarde, me gustó mucho el paisaje que tenía enfrente; entonces decidí detenerme sobre la berma. La autopista lucía despejada con poco tránsito y escuchaba el murmullo de camiones que circulaban lejos de donde yo estaba. Saqué mi cámara automática, me senté sobre el pavimento y disparé extasiado.


Logré tomar unas imágenes que parecían ser sacadas de un estado surrealista, yo diría onírico, ya que toda la escenografía estaba siendo bañado por la luz espectral platinada de una súper luna que aconteció casualmente en las horas del crepúsculo de aquel día 14. Las montañas no eran las mismas que me habían acompañado en todo este gran viaje; ahora lucían lúgubres pertenecientes a otra dimensión. Pensé que así debería verse un planeta terrestre lejano similar a este mundo. Me quedé mucho tiempo absorto y transportado ante esta visión.

El huracán desparramado de un camión container que pasó a gran velocidad me hizo regresar súbito a este mundo. Poco después, mientras seguía contemplando semejante paisaje y el degradé cromático que adquirían las miles de superficies, a la vista y en sombra, los sectores de arena blanca y los de arenas oscuras, conforme iba apagándose la luminosidad diurna, me acordé vagamente de una vieja foto en blanco y negro que yo había guardado en mis archivos personales hace mucho tiempo.



Apenas pude a mi regreso, encontré la antigua foto, fechada en 1972, la comparé con las que yo acababa de tomar pocos días atrás, y descubrí lo siguiente: la foto fue tomada por mi papá, y sin saberlo, yo volvía a fotografiar el mismo paisaje casi en el mismo lugar de la carretera, 44 años después!

Así que me puse a analizar similitudes y diferencias. Las superficies de arena sobre las laderas de las montañas lejanas evidentemente habían sido sujetas a modificaciones; en cuanto al trazado de la vía Panamericana, había dejado de ser una simple carretera de dos calzadas para convertirse en una doble autopista con dos calzadas y berma en cada una. Los ubicuos postes de la red de fluido eléctrico paralelo a la ruta han cambiado; el automóvil de placas peruanas en la vieja imagen quedaba retratado ahí para siempre. En cuanto al mustio letrero de señalización vial del lugar, presumiblemente lo habrán quitado o alguien se lo habrá robado…


Con resignación reanudé la marcha, abandonando el paisaje lunar bañado totalmente por el brillo lunar inusual.

A partir de Playa Gaviotas y Gramadal, empieza a divisarse señales de actividad humana, con caseríos y granjas, además de la presencia de la estación de peaje Fortaleza (km 220). Las playas accesibles retornan y la paulatina aparición de cultivos preanuncian el arribo de otro valle transversal y un río de gran caudal que desciende de las altas montañas cercanas, el río Fortaleza.

Este valle fértil, con generosa amplitud de cultivos, alberga ciudades con cierta densidad poblacional, siendo la primera en aparecer Paramonga. Un par de minutos antes de llegar al puente del río Fortaleza resulta visible desde la ruta un cerro coronado con un emplazamiento superior en forma de "castillo": es la Fortaleza de Paramonga.


La ruta a continuación esquiva a las siguientes poblaciones, conformando una sucesión de óvalos de distribución vial que sirven además a las ciudades de Pativilca, Barranca y Supe, una trilogía de pueblos comunes y apacibles.


En el primer anillo de distribución que sirve de acceso a Paramonga, se encuentra el desvío hacia el este, que conduce por un valle lleno de plantaciones de algodón, al ingreso vial principal del Callejón de Huaylas por el páramo de Conococha, circuito que describí con detenimiento, en un post anterior.

Ver post:

El tramo de autopista Panamericana que va desde el puente del río Pativilca hasta el puerto de Supe se halla en la actualidad bajo mejoras en construcción, y resulta un tanto confuso transitar este segmento debido a los cambios de sentido de los carriles provisionales.


El puerto de Supe respira en sus calles un aire a tiempos mejores idos. La arquitectura de algunas viviendas conservan el estilo republicano de siglo pasado.

Sobre el principal anillo de distribución para ingresar a Supe (km 184) y el puerto homónimo, está otro desvío a una carretera parcialmente pavimentada, para acceder al angosto valle del río Supe, que conduce al sector de Caral, distante unos 23 kilómetros valle adentro, lugar donde se halla el conjunto poli piramidal arqueológico asentado entre los cerros de Caral-Purmacana.

Ver mi post acerca del complejo arqueológico de Caral-Supe:

Esta región del país además alberga varios complejos de ruinas arqueológicas, siendo los más estudiados, la Fortaleza de Paramonga (adyacente a la ruta Panamericana sobre el km 190), y el complejo de El Áspero, con la Huaca de los Sacrificios (situado sobre una colina, en las afueras de Puerto Supe).

En este punto, faltan recorrer 180 km restantes de autopista para alcanzar la Gran Lima. Este último tramo de Panamericana bordea amplias ensenadas bañadas por un océano de olas salvajes y el opaco horizonte producido por la niebla espesa. La vía Panamericana, luego de recorrer el valle del río Chancay, confluye en el empalme distribuidor de ingreso al sector conocido como “Serpentín Pasamayo” (km 70). 



El "serpentín" es un camino sinuoso de 22 kilómetros en los que hay que sortear 52 curvas que transcurren sobre las laderas de dunas gigantescas que caen al mar, y que son la pesadilla de la mayoría de choferes; la sensación de alerta se incrementa al transitarlo cuando resultan evidentes los esqueletos de autos y buses que yacen en el fondo del abismo o que quedaron suspendidos sobre el plano súper inclinado de los acantilados. La curva del km 61 quizá es el punto más peligroso de toda la Panamericana Norte, encontrándose justo ahí la llamada “curva del diablo”; es el lugar en donde está la menor anchura de la pista junto a un abismo de casi 300 metros sobre las olas.





Actualmente se ha habilitado un bypass del serpentín –la Variante-, por encima de los cerros, que permite evitar el paso por esta encrucijada, al término de la cual, y si la niebla lo permite, aparece por fin la primera señal de los límites septentrionales del gran conurbano limeño, el balneario de Ancón.


Ancón es una risueña playa a orillas de una pequeña bahía y a espaldas de los cerros de arena, sobre cuyas cimas se han alzado multitudinarias antenas repetidoras. Tuvo un auge turístico en las décadas de los 60s y 70s, y era considerada la meca playera de la élite limeña. Recuerdo que siendo niño, mis abuelos me llevaron alguna vez en temporada veraniega, y me impactó ver aquellos edificios blancos de departamentos que se alzaban sobre la playa, frente a una costanera con palmeras, la cual, ostentaba un diseño de solado con tonos monocromáticos, muy característico del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer. La vista siempre me ha remitido un tanto a la rambla de diseño ondulante de la playa de Copacabana en Río de Janeiro. Lamentablemente, hoy se ha transformado en un sitio decadente con numerosos departamentos en venta y rodeado de pueblos jóvenes.


Durante los años de mutuo recelo castrense, recuerdo que había un importante retén militar en las afueras de Ancón, inmediatamente después de bajar el temible camino de cornisa; sin importar la hora de arribo, los efectivos fuertemente armados hasta el alma efectuaban la severa inspección, tanto del vehículo como de los pasajeros, a quienes hacían bajar a la pista para someter a chequeo de las humanidades, sin importar la niebla o el frío reinante.

Por otra parte, se respetaba un riguroso toque de queda indefinido: era la época de los “terrucos” y los atentados que asolaban la vapuleada Lima de los años ochenta. Cada vez que me tocaba cruzar Perú (las primeras veces en las unidades de la empresa de ómnibus Tepsa, y posteriormente en los buses de Ormeño), por lo general siempre se llegaba a la zona de Ancón en la madrugada casi al amanecer, y eramos despertados de manera abrupta por un grito propio de regimiento de infantería, que ordenaba bajar del ómnibus para proceder a la revisión.


Habiendo partido desde Guayaquil, habré recorrido casi 1510 km hasta el óvalo distribuidor de Ancón (km 38), a partir del cual, la Panamericana Norte recibe el flujo principal de tránsito de ingreso al cono norte de la capital peruana, una fascinante metrópoli llena de extremismos y asimetrías, que alberga más de 10.055.000 almas, y que representa aproximadamente la tercera parte de la población del Perú, al año 2016.

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La vía Panamericana ha cambiado bastante y en la actualidad posee numerosos tramos que casi nada tienen que ver con lo que existía hace cuarenta años. En muchos casos, se ha mejorado el trazado evitando curvas riesgosas y cancelando ingresos a poblaciones mediante la implementación de anillos viales.

En general, se nota un discreto mantenimiento preventivo y permanente de la vía, y se tiende a tener una buena señalización horizontal y vertical. Antes, la Panamericana se enfrentaba a contingencias por estancamiento y demoras debido a que los puentes eran barridos ocasionalmente en cada Fenómeno de El Niño, demorando su reconstrucción y sin tener estudios adecuados de suelo; también la carpeta asfáltica frecuentemente se hallaba deteriorada, por lo que el recorrido se convertía en una verdadera odisea. Cruzar el tramo entre Máncora y El Alto, resultaba dificultoso y con probabilidades de perder tiempo; algunas veces tuve que pernoctar dentro del vehículo estacionado en medio de la absoluta oscuridad durante horas en la madrugada, soportando el calor y los mosquitos dentro de los buses de larga distancia, porque era imposible avanzar debido al pésimo estado de la carretera, o por algún accidente en las vecindades. Además, era muy común el arenamiento completo de la vía en las zonas de dunas, a tal punto que la ruta desaparecía completamente, y había que armarse de paciencia hasta que el mantenimiento de carreteras llegaba al sitio y despejaba la superficie.

A condición de ir habilitando grandes tramos de la ruta original, convirtiéndolas en autopista de dos vías diferenciadas e independientes, permitió disminuir los tiempos de viaje y facilitar el desplazamiento sin tanto riesgo. Por eso, el proyecto vial del corredor costero norperuano contempla en breve conseguir unificar la Panamericana en una sola autopista de primer orden hasta la ciudad de Tumbes. Ojalá se haga realidad, pues actualmente la autopista concesionada (“Del Sol”) está operativa en forma casi continua entre Trujillo y Lima.


Ingreso al casco céntrico de Lima desde la Panamericana Norte, a la altura del distrito de Rimac - Caquetá.


DATOS RELEVANTES DEL RECORRIDO EN AUTO, DE LA RUTA PANAMERICANA

Distancia GUAYAQUIL - LIMA: 1548 km
Guayaquil – CEBAF 250 km (4 horas)
CEBAF – Lima 1298 km (19 horas)
Tiempo de desplazamiento vehicular total (excluye tiempos en Migración y descansos): 23 horas
Cruce de ciudades importantes peruanas: Tumbes, Piura, Chiclayo, Trujillo, Chimbote.
Costo promedio por galón de gasolina ecuatoriana -92 octanos- (nov 2016, en US$): $ 2,32
Costo promedio por galón de gasolina peruana -90 octanos- (nov 2016, en US$): $ 3,88
Distancia mayor sin puntos de abastecimiento de combustible: 170 km (desierto de Sechura).
Pavimento peruano en óptimo estado (nov 2016): 95%
Cotización del Sol por cada Dólar US$ (nov 2016): S/. 3,40

Peajes sobre la Panamericana en Ecuador (Costa), y costo: 3 unidades; $ 1,00 c/u.
Peajes sobre la Panamericana Norte en Perú TMB-LIM, y costo (nov 2016, en US$): $ 35,60
Unidad de peaje Cancas (CtrAlm.Villar, km 1196). S/. 7,50
Unidad de peaje Talara (km 1084). S/. 7,50
Unidad de peaje Sullana (km 1018). S/. 7,50
Unidad de peaje Bayóvar (km 983). S/. 11,40
Unidad de peaje Mórrope (km 820). S/. 12,00
Unidad de peaje Pacanguilla (Chepén, km 724). S/. 9,50
Unidad de peaje Chicama (Ascope, km 602). S/. 9,50
Unidad de peaje Virú (km 520). S/. 7,80
Unidad de peaje Vesique (Santa, km 415). S/. 7,90
Unidad de peaje Huarmey (Culebras, km 314). S/. 7,50
Unidad de peaje Fortaleza (Barranca, km 220). S/. 7,70
Unidad de peaje El Paraíso (Huaura, km 139). S/. 9,50
Unidad de peaje Serpentín Pasamayo (km 48). S/. 9,50
Unidad de peaje Chillón (Puente Piedra, km 36). S/. 4,50

Circuitos de la Panamericana de Ecuador, habilitados como autopista:

Durán-Km 26
Segmento Taura-Churute
Segmento Churute-Puerto Inca
Segmento Naranjal
El Cambio (Dv. Machala)-Santa Rosa-Arenillas
Dv. Huaquillas-CEBAF-Línea Fronteriza

Circuitos de la Panamericana Norte de Perú, habilitados como autopista:

Línea Fronteriza-CEBAF-Dv. Zarumilla
Sullana-Piura
Segmentos Mórrope-Lambayeque-Chiclayo
Segmentos Pacanguilla-Trujillo-Vegueta
Huaura-Lima

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