domingo, 23 de febrero de 2025

MEMORIAS DE ANDINIA SOBRE LA RUTA ENTRE GUAYAQUIL Y LIMA, PARTE III

 Por Arq. Rodolfo Eduardo Medina.

PARTE III


DEL DESIERTO DE SECHURA A TRUJILLO.

La porción final del desierto de Sechura, luego del empalme de Bayóvar, contiene dos sectores. La primera es el desierto con arenas puras, un lugar sumamente inerte en donde nada transcurre y donde ni siquiera las sombras se aventuran a pasear sobre la superficie insolada; la segunda, llamada Palo Grueso, cubre unos 300 km2, y soporta la mayoría de los embates de inundación durante las temporadas del Fenómeno del Niño. Acá aparecen a lo largo del camino humildes ranchos, algunos de los cuales colocan una bandera blanca atada a un mástil de caña: es una señal muy antigua que indica que en ese lugar se vende chicha de jora. Esa costumbre se remonta a tiempos cuando por la zona no había caminos definidos, y los caminantes que cruzaban el desierto podían acercarse a descansar y refrescarse con un “poto” de chicha casera.


Sobre este segmento de la Panamericana encontré una vez un peculiar lugar para almorzar: era un rancho con una casita pintada de amarillo que poseía un opaco letrero con el nombre “Macanudo”. El simpático nombre le puso su humilde dueña en memoria de algún argentino furtivo que conoció al pasar por la comarca. Este comedero en el medio de la nada resultó tener uno de los mejores secos de pollo, acompañado de una generosa porción de chifles. Asumo que el paradero sobrevive gracias a tener una buena cocina en un lugar tan desolado y apartado, mediante el chisme transmitido de boca-en-boca de los choferes de larga distancia. En aquella ocasión, cuando me detuve y conocí a su dueña, el rancho solía albergar una población de más de cien gatos que convivían junto a la familia. En otro viaje posterior que realicé ya no estaba el “miaulladero”. Además, uno de los hijos había fallecido por aquellos días y, por lo tanto, había una triste atmósfera en el local.






En la imagen inmediata de arriba se puede apreciar el último tramo del vasto desierto. Sobre el horizonte se aprecia los primeros signos de vida en el perímetro: las vecindades de Mórrope.


Al pasar la comuna de Mórrope (km 814), y finalizando el desplazamiento por el desierto sechurano, se arriba al área metropolitana de la gran Chiclayo, enmarcado dentro de un valle lotizado con cultivos y la ciudad que la antecede, Lambayeque (km 798). Al cruzar una rotonda vial confluyen dos carreteras: el antiguo trazado de la Panamericana va hacia la izquierda en dirección a Tucume y Olmos (era el tramo original de la Panamericana, que unía Chiclayo con Piura), y la continuación de la actual Panamericana que va hacia la derecha e ingresa en la ciudad de Lambayeque. Como es usual en las ciudades del norte peruano, el tránsito se agudiza y conviene ir en máxima alerta; además las vías de acceso se encuentran en estado deplorable.

Si te interesa la arqueología, sobre la rotonda vial citada, puedes desviarte e ir hacia Tucume donde se encuentra un importante centro arqueológico ceremonial, cuyas excavaciones han permitido descubrir casi una decena de altas pirámides truncas de piedra y adobe, distribuidas sobre una amplia explanada. Al lado del pueblo con el mismo nombre se sitúa un cerrito con forma piramidal trunca con base rectangular; es posible acercarse a ella y tocarla con las manos. Como es usual en el mapa peruano, muchas de estas estructuras ancestrales de la costa que son declaradas zonas intangibles de patrimonios arqueológicos nacionales, se hallan mancilladas en sus límites debido a los irregulares asentamientos urbanos o que utilizan sus perímetros como botaderos de desechos.



De este pueblito sale un sendero asfaltado en dirección al museo dedicado al sitio de Tucume, cuya arquitectura se mimetiza con éxito con el entorno donde yacen las 26 pirámides o huacas: unas están aún enterradas y simulan ser cerros con evidente erosión pluvial, fruto del historial de los "Niños" que han realizado sus severas travesuras climáticas en la zona; y otras pirámides que ya se encuentran en proceso de limpieza y estudio. El emplazamiento se extiende a lo largo de 220 hectáreas, en donde las pirámides están dispuestas en torno a una enorme estructura rocosa conocida como el Cerro La Raya o Purgatorio.


Panorámica del sitio arqueológico de Tucume y parte de las pirámides en estado de erosión. Hacia el horizonte se visualiza el poblado de Tucume con su cerrito-pirámide aislada.

El antiguo asentamiento se presume que fue construido íntegramente con adobe por la cultura Lambayeque (también conocida como Sicán) a principios del siglo X; según cuenta la leyenda, el lugar fue fundado por Naymlap, un héroe mítico que llegó del mar (...). Esta leyenda fue recogida por el cronista español Miguel Cabello Valboa en 1586.
El sitio fue conquistado por los Chimú durante el siglo XIV y pasó a formar parte del Imperio Inca en el siglo XV. La zona prosperó bajo el incanato hasta la llegada de los españoles hacia el siglo XVI. En 1547 se hallaba ya abandonado y arruinado, según lo constató en persona el cronista también español Pedro Cieza de León, que al respecto apuntó lo siguiente:

"De este valle (se refiere al de Jayanca, al que describe previamente) se va al de Tuqueme, que también es grande y vistoso y lleno de forestas y arboledas, y asimismo dan muestra los edificios que tiene, aunque ruinados y derribados, de lo mucho que fue". (La Crónica del Perú, capítulo LXVII).

De todo el complejo, la pirámide de mayor tamaño, Huaca Larga, tiene 700 m de longitud, 270 m de anchura, y 30 m de altura. Otras alcanzan los 10 a 15 m de altura. A diferencia de las pirámides egipcias, las pirámides americanas forman grandes plataformas superpuestas y no acaban en punta, sino que en la cima "trunca" se sitúan los templos. Actualmente las pirámides de Tucume, al igual que otras similares de la costa peruana, se ven amorfas, y simulan ser grandes promontorios o cerros naturales, cuando en realidad poseían originalmente formas geométricas; ello se debe a los estragos cíclicos de las lluvias.





Debido a la fragilidad del material de construcción, el sitio es particularmente vulnerable a los patrones climáticos agresivos. Las edificaciones se han erosionado severamente a lo largo de los siglos y, más aún merced de los embates periódicos de "El Niño". Las fuertes lluvias y los fuertes vientos han contribuido al deterioro, reduciendo el volumen de las construcciones y dañando los murales pintados. Por ese motivo, el complejo arqueológico fue incluido en el World Monumentos Watch en 2004 y 2006.

Los daños que "El Niño" ha infligido en el complejo son enormes, especialmente si se tiene en cuenta que, ciertos fenómenos de gran magnitud han debido causar trastornos en toda la superficie circundante. Los lugareños poseen tradiciones orales que hablan de muerte y reciclaje de la tierra cada cierto tiempo, y de cómo las pirámides fueron sometidas en algunas oportunidades a cataclismos pluviosos. Es más, mientras estuve recorriendo los terrenos durante mi visita pude percibir algo de la energía negativa que impera en el ambiente: es como si aquellos muros de adobe todavía gritaran y lloraran, los vientos suenan a lamentos...


Dejemos por ahora el desvío de Tucume y sigamos con nuestro camino hacia el sur. Cabe señalar que, si eres goloso y te inclinas por las golosinas nativas, Lambayeque te va a resultar toda una tentación. Acá se encuentran numerosos puestos de venta de kingkonesdulces de maní, y alfajores de manjar blanco de todos los tamaños.


La vía Panamericana, al entrar en la ciudad de Lambayeque, quiebra su dirección hacia la izquierda y vuelve a doblar una cuadra a la derecha, transformándose en la avenida principal por donde atraviesa el mercado local. A pocas cuadras de la avenida se encuentran dos museos importantes: Tumbas Reales de Sipán, y el Arqueológico Nacional Bruning.
El diseño arquitectónico particular del primer museo obedece a que su arquitecto, Celso Prado Pastor, se ha inspirado en las antiguas pirámides truncas de la preincaica cultura mochica. Muestra los detalles de la tumba del Señor de Sipán, y más de dos mil piezas de oro, los cuales fueron encontrado en sus huacas originales.


Enseguida, la prolongación vial va a dar directamente con el ingreso principal al tejido urbano de Chiclayo (km 770). Aquí es posible circunvalar el centro mediante una vía de evitamiento perimetral para no esquivar el tránsito infernal.



Chiclayo es una ciudad amigable y cálida para visitar, tanto por su gente como por su oferta gastronómica; las plazas poseen una linda arquitectura con tonalidades blanco y amarillo. Como toda ciudad norteña peruana, se come muy bien.
Además está el encanto de las playas vecinas como el balneario de Pimentel; sin embargo, como toda ciudad grande (más de 577.000 habitantes en el área metropolitana, y la tercera urbe más populosa del país, según el reporte de la Compañía Peruana de Estudios de Mercado y Opinión, CPI, de agosto de 2016), tiene graves problemas de contaminación y de tratamiento de la basura.


Pimentel es la playa preferida por los chiclayanos. Es un pequeño poblado que tiene cierta atmósfera lánguida de esplendores pasados. No tiene buena oferta en hospedaje, pero sus calles guardan casonas añejas de estilo señorial y arquitectura republicana. La playa posee un largo espigón, con balsas de totora estacionadas sobre la arena, y se encuentra un pequeño malecón con restaurantes coquetos que invitan a saborear platos del mar.




El anillo vial de circunvalación de Chiclayo, sobre cuyas márgenes conviven barrios consolidados de clases austeras junto a una maraña caótica de torres de alta tensión, topa finalmente con la salida de la Panamericana, a la altura de la cabecera sur del aeropuerto local, y enfila hacia el pueblo de Reque. Cuando ha quedado atrás el perímetro urbano, aparece nuevamente el desierto, uno más oscuro y desolado, ya que, a partir de este sector, todos los desiertos que la Panamericana peruana cruzará, serán totalmente desprovistas de vegetación alguna, con la omnipresencia del piedemonte cordillerano cada vez más cercano, y con las texturas de las arenas del desierto más toscas y pardas. El relieve que se presenta enseguida, se asemeja a un valle lunar color café con leche, cuyo límite oriental está dominado por cerros mestizos.



A cierta distancia de haber dejado Reque, resulta inevitable no percibir los grandes botaderos de basura que invaden las cercanías de ésta, al igual que todas las ciudades importantes del norte peruano. Es una verdadera lástima que las autoridades locales no tengan aún consciencia ecológica y descuiden el ecosistema del desierto.

Precisamente sobre esta pampa de arena sucia y barrida por fuertes vientos, es el lugar donde la madrugada del 07 de enero del 2010 tuve el accidente que casi me valió la vida - exactamente en el hito km 752-, poco antes de llegar al sitio de Mocupe. En las vecindades de dicho pueblo hay un asentamiento informal, y según parece, varios de sus moradores fueron los que, en aquella madrugada, aprovechando la circunstancia, intentaron asaltar y desvalijar a los pasajeros infortunados que estábamos alrededor del micro de larga distancia volcado sobre las arenas húmedas y frías, a unos 40 metros de la berma vial. La intervención rápida de un patrullero de la comisaría de Mocupe evitó que los antisociales oportunistas concreten sus fechorías.



El ómnibus de la compañía Ormeño en el que yo me encontraba dio una vuelta de campana y fue a incrustarse de lado sobre la superficie arenosa. La foto de arriba es de la unidad siniestrada, tomada por un periódico local al día siguiente informando sobre el accidente local. La siguiente imagen fue bajada por mí desde el Google Maps, un par de años después, en el sitio preciso del accidente (en aquel entonces aún se podía ver las marcas de los neumáticos al derrapar sobre la arena, entre los dos postes). En dos ocasiones posteriores, cuatro y seis años después, volví a pasar por el lugar y me tomé foto como un recordatorio.


A veces pienso en todas las veces que yo habré pasado por este desierto. Contando los trayectos que realicé a lo largo de 23 años (entre 1987 y 2010), la cifra sale en diez veces ida y vuelta, que son los viajes terrestres que efectué entre las ciudades de Guayaquil y Buenos Aires. Justamente fue durante el recorrido número veinte que tuve el infortunado accidente. Vale de más decir que aquel trayecto no lo pude completar. Rememorando el episodio, conjugaron factores inusuales como una pertinaz llovizna que caía en aquellos momentos combinado con vientos que hacían enlodar los vidrios del bus con la arena oscura levantada, y que ocasionaron el brusco movimiento -a velocidad crucero- al esquivar un auto estacionado. Esto causó el vuelco de la unidad de doble piso.

Si el tema de los vientos no era tan importante para matizar los aspectos de la escenografía de los desiertos descritos anteriormente, éste es el momento. A partir de aquí, y durante el resto de la travesía de los desiertos hasta llegar a las puertas de Lima, la fuerza del viento resulta apabullante. Con el paso de cada camión o buses de doble piso (que abundan en las carreteras peruanas), lanzan un torbellino sobre el auto que hace necesario sujetar con fuerza el volante para poder controlar los sacudones. Las ráfagas hacen que multitudes de velos de arena crucen la pista constantemente, y las dunas migren de una vereda a la otra. Esto produce además que sobre el horizonte prevalezca una especie de bruma suspendida aunada con la característica humedad suspendida sobre la costa, especialmente durante la época no estival.



El desierto absoluto, pocos kilómetros antes de llegar a Mocupe, en un anochecer ventoso.

Al llegar a Mocupe, el desierto oscuro hace un paréntesis y abre un oasis transversal a la línea de costa, al cruzar el límite departamental entre Lambayeque y La Libertad. Afloran grandes extensiones de cultivos y granjas cooperativas dedicadas a la producción de frutos, dentro de un valle grande que tiene por nombre “Pacanguilla” (km 724). Acá se encuentran varias poblaciones dedicadas al comercio agrícola: San José de Moro, Chepén, y Guadalupe.

Cuando la zona urbana de Guadalupe ha pasado, la Panamericana cambia de dirección en una curva pronunciada, donde existe un desvío hacia la costa. A continuación, la ruta atraviesa las tierras arrasadas de un sitio arqueológico denominado Farfán (km 700), sobre cuyas paredes en ruinas pesa la maldición del desdeño oficial y del público. La razón, con justa indignación, es que dicho sitio, declarado patrimonio cultural, se encuentra abandonado a la suerte de especuladores y de los camiones de basura, quienes lo utilizan como botadero “clandestino”. Desde la vía se puede observar parte del entramado de la ciudadela parcialmente enterrado de las antiguas paredes de adobe y lodo, y sobre su arquitectura deteriorada se yerguen los cúmulos de desperdicios de los pueblos vecinos. Para colmo de males, el sitio de Farfán fue objeto de intento de invasión por usurpadores de terrenos en varias oportunidades.


El desvío que mencioné en el párrafo anterior, conduce directamente al complejo arqueológico de Pakatnamú, un conjunto de ciudadelas que aún se encuentra sin explorar suficientemente. Sobre la curva peligrosa de la Panamericana, en el km 702, sale un camino afirmado, y al cabo de unos kilómetros en dirección suroeste, se llega a dicho sitio. Visto desde las imágenes satelitales del Google Earth, la parte norte del valle del río Jequetepeque, y sobre una entrada desértica que mira al océano, se halla dispuesto de manera cuadriculada, un grupo formidable de estructuras edilicias que se encuentran parcialmente enterradas. Este lugar contiene maravillas, y me pregunto por qué se encuentra tan abandonado; he intentado planificar esa visita hacia el paraje, pero me han advertido que es territorio de huaqueros y desvalijadores de toda especie, ya que es un lugar alejado y con ausencia absoluta de guardianía. Se trata de nada más ni nada menos que 50 pirámides truncas dispuestas sobre una superficie de 92 hectáreas.


Panorámica tomada de dron, del complejo de Pakatnamú.

Siguiendo el curso de la Panamericana, al cabo de sortear otra curva, se llega al poblado precoz de Ciudad de Dios (km 695), sitio triste y de conformación reciente, en donde se encuentra el desvío que conduce a las sierras de Cajamarca. Este asentamiento fue creado de facto para albergar habitantes expulsados de su lugar de origen. Según cuentan las crónicas locales, para ejecutar las obras de la represa Gallito Ciego, distante unos 20 kilómetros al oriente del valle del río Jequetepeque, sobre la ruta PE-08 que enfila hacia Cajamarca, hubo que inundar parte del valle donde se asentaban centenares de habitantes. Éstos fueron desalojados a la fuerza y fueron reubicados en la población que hoy se conoce como Ciudad de Dios, y quién sabe bajo qué condiciones o beneficios fueron “amancebados”. La represa posee un paisaje sobrecogedor, sus aguas son de un celeste intenso frente a unas gigantescas montañas rocosas que la bordea; mientras tanto, Ciudad de Dios es otro pueblo más de tantos, extremadamente pobre y que sirve mayormente como estación de transferencia.

El tramo carretero panamericano a continuación, se sumerge en un circuito sinuoso, desde donde se logra ver, a distancia, las gigantescas instalaciones de la Cemento Pacasmayo, con su conjunto de silos y tolvas, cuya iluminación durante la noche simula ser una urbanización de gran densidad edilicia sobre la aridez circundante. A poca distancia se levanta la ciudad de Pacasmayo (km 681), y una loma pequeña que posee un mirador panorámico coronado por un Cristo de brazos abiertos.




En uno de mis viajes, realizado durante el mes de noviembre de 2016, saliendo de Guayaquil a las 02h30, tomando en cuenta el tiempo de los trámites de migración y la parada de almuerzo que efectué en el desierto piurano, registré la llegada a Pacasmayo a las 20h20, habiendo empleado casi 18 horas de manejo vehicular ininterrumpido. Por esa razón elegí Pacasmayo como un buen y oportuno lugar para descansar.

Pasando Pacasmayo, la ruta atraviesa una zona de huertos, hasta bordear, al cabo de unos minutos, la localidad de San Pedro de Lloc, y luego volver a ingresar en otro desierto arenoso y ventoso, sobre cuyos límites se divisan fábricas e ingenios azucareros.





Nuevamente y en poco tiempo, el camino entra en tierras fértiles, con el valle transversal costero de Chicama (km 602), donde se asientan numerosos poblados en medio de cultivos de hortalizas y cañaverales que se extienden hasta los linderos del piedemonte cordillerano, cuya silueta continua de montañas opacas interminables siempre se expande sobre el horizonte oriental.

Uno de los pueblos de este valle, Chocope (km 594), posee una calle perpendicular al final de la zona urbana, que conduce al cabo de 19 kilómetros sobre un camino vecinal pavimentada hacia la costa, al Complejo Arqueológico de El Brujo, los cuales se alzan en medio de una enorme y aislada duna de arena con vista al océano, al noroeste de la desembocadura del río Chicama.




Pero antes de llegar a este emplazamiento se recorre un camino vecinal rodeado de extensas plantaciones de caña, hasta un bucólico pueblo conocido como Magdalena de Cao, en cuya Plaza de Armas provoca echarse una siesta debido a la serenidad y quietud que se respira.




Al salir por el lado opuesto del pueblo, terminan los cañaverales y vuelven a surgir un territorio gris que anuncia la proximidad de la playa y el sitio del complejo El Brujo.




Ante la vista del océano aparecen tres enormes "huacas" (en Perú, huaca es un término quechua que se usa para referirse a lugares sagrados). Habitualmente son antiguos enterramientos que solían ser construidos como estructuras edilicias y que el tiempo los fue erosionando u ocultando. A lo largo de la costa de los departamentos de Ancash, La Libertad, y Lambayeque son habituales la presencia de cerros y montículos sobre los pastizales y los espacios de desierto, muchos de ellos sospechosos de albergar enterramientos de culturas pretéritas.

El investigador peruano Antonio Raimondi fue el primer estudioso que encontró este lugar considerado como patrimonio cultural en el Perú. Aquella visita ocurrió hace más de 150 años, aunque su creación data desde el año 2000 a.C. Estamos hablando de 4000 años de edad! Es una buena razón para considerarlo una de las zonas arqueológicas más importantes y longevos de la zona costera del norte peruano, junto a Caral. Algunos estudios incluso señalan que sus primeras ocupaciones humanas se remontan a los 12000 a.C., es decir, en épocas post diluvianas.


La Huaca Prieta, la Huaca Cao Viejo, y la Huaca Cortada forman parte del complejo arqueológico sagrado El Brujo. Si bien inicialmente fue ocupado por grupos recolectores y cazadores que eran nómadas, en sus confines también hubo la presencia de las culturas Moche, Lambayeque, Chimú e Inca, que se asentaron en distintas etapas de la historia hasta su abandono en el 1750 d.C. aproximadamente.

La Huaca Cao Viejo es la más importante de las tres y está compuesta por siete edificios superpuestos, donde también destaca la presencia de una plaza ceremonial rodeada de murallas. Se cree que esta plaza funcionó como lugar de sacrificios, ya que en distintos sectores de la pirámide trunca se puede ver la representación gráfica de la deidad Ai Apaec, conocido como el dios degollador, el principal ser sobrenatural de la cultura Mochica. En esta pirámide también se encontraron los restos de la Señora de Cao, el primer gobernante de sexo femenino de la cultura Moche.



Arriba en la imagen, detalle de ornamento limpiado sobre la superficie de un muro dentro de uno de los siete edificios, que representa a la deidad Ai Apaec, ubicado en lo alto de la Huaca Cao Viejo.

Los frisos inscritos sobre las paredes resultan ser imágenes polícromas en alto relieve de claro estilo Moche; por su estilo y posición estratigráfica, corresponderían a las fases más tempranas de la Huaca Cortada. Los diseños plasmados en los muros constan de franjas diagonales con representaciones de peces tipo "life" (Trichomycterus sp.) con colores intercalados.




La Huaca Cortada mide aproximadamente unos 100x100 m y alcanza unos 17 m de altura. Al igual que la Huaca Cao Viejo, está construida con base a adobes paralelepípedos. Los dos gigantescos tajos o cortes que se observan en el frontis sur y que llegan hasta cerca del núcleo del edificio, son los rasgos más resaltantes de la huaca. Sin embargo, con los diversos estudios en la actualidad, se ha podido identificar el grave estado de conservación de las huacas, y la fase constructiva más externa se encuentra muy dañada debido a la brisa y salinidad del mar, haciendo que la humedad ambiente ingrese en el interior de las estructuras afectando incluso la estabilidad estructural.



Vistas panorámicas desde lo alto de la Huaca Cao Viejo. Destacan la parte posterior del Museo del sitio, y más allá, la Huaca Cortada, con su tajo visible.


Esta última franja de la Panamericana peruana es conocida como la Ruta Moche, ya que, evidentemente a lo largo del recorrido se hallan riquezas arqueológicas de las vastas civilizaciones costeras que han florecido en esta zona del continente. Todavía cabe la posibilidad de encontrar más yacimientos enterrados, que poco a poco, y con la ayuda de los altibajos climáticos que están aconteciendo sobre la zona, pueden salir a la luz y alimentar aún más el complicado rompecabezas de la milenaria historia del mundo andino.


Dejamos atrás este mágico lugar y regresamos a Chocope para proseguir por la Panamericana. Al cruzar el puente sobre el río Chicama, y posteriormente las ciudades de Chiclín y Chicama, el valle se disipa internándose en otro renglón desértico con montañas de roca oscura cada vez más cercanas a la carretera y con formas diversas producidas por la intensa erosión eólica y telúrica. Se van divisando más granjas avícolas sobre las arenas, y cada vez más aparecen antenas repetidoras sobre los cerros estratégicos, mayor densidad de tendidos de redes de cables de alta tensión que van hacia un punto, apenas se pasa -a mano derecha- un voluminoso cerro alto desnudo y pedregoso a la derecha de la ruta. A partir de dicho punto se ingresa al ancho valle de la zona metropolitana de Trujillo (km 560) y sus arrabales llenos de talleres automotrices.


Antes de llegar al tejido urbano de Trujillo, la ruta Panamericana se desvía y toma rumbo al mar, en dirección sur. Un par de kilómetros después, existe una rotonda que divide el camino en varias direcciones: hacia el cercano balneario de Huanchaco, hacia el centro de la ciudad de Trujillo, la cual pasa por la entrada al complejo arqueológico de las ciudadelas de Chan Chan, y finalmente, hacia la prolongación de la Panamericana que bordea la ciudad como una avenida perimetral que recorre las playas de la ciudad, pasando por detrás de Chan Chan.




Se toma la última vía en cuestión para proseguir, la misma que se transforma en una especie de costanera parcialmente desolada (la zona es potencialmente insegura, y en ciertos lugares se perciben rellenos sanitarios). La vista del skyline trujillano con las montañas en el horizonte es realmente espectacular desde este punto, sobre todo durante los atardeceres con cielos despejados cuando las montañas lejanas detrás de la ciudad se tornan brillantes.

Pero detengámonos un tiempo en Trujillo y los alrededores. Esta ciudad merece una magnífica mención debido a su bien conservada atmósfera colonial y a la riqueza patrimonial del centro urbano. La ciudad es conocida también como la "Ciudad de la eterna primavera", gracias a su privilegiado clima, título que comparte con la ciudad chilena de Arica. Sería mucho lo que quisiera escribir acerca de esta hermosa ciudad, pero me limitaré a dejar un pequeño ejemplo de su marca arquitectónica.







Los suelos donde se asienta la ciudad de Trujillo tienen abundantes tesoros escondidos y son numerosos los vestigios de asentamientos antiguos que aún en la actualidad asoman en los solares de la ciudad a modo de huacas y extramuros. De todos ellos, voy a dedicar unas líneas al Complejo Arqueológico de Chan Chan.


Vista a ojo de dron de la ciudadela de Chan Chan. En primer plano, la ciudadela Tschudi, con su área "techada" para estudios y centro de recepción turística. Al fondo se aprecia la mancha urbana densa de la parte central de Trujillo. Chan Chan significa "la ciudad del sol" en qignam, la lengua ancestral hablada en la región, y se ubica sobre el valle de Moche, frente al mar, a mitad de camino entre Huanchaco y Trujillo.


Chan Chan surgió como unidad urbana dotada con funciones administrativas y ceremoniales del reino Chimú hacia el año 850 aproximadamente. Tuvo su auge cien años antes del dominio incaico, y su decaimiento fue en forma paulatina tras los ataques de los incas Túpac Yupanqui y Huayna Cápac: destruyendo sus acueductos y sitiándolos lograron reducir la población del reino chimú estimada en 100.000 habitantes durante su auge. Finalmente, la depredación indolente de las huestes conquistadoras redujo la cantidad a 10.000, treinta años después.
Con la llegada de la conquista, los españoles se ensañaron con Chan Chan y lo saquearon, ya que pensaban que en sus recintos se escondía oro y plata.

Sin embargo, la capital del reino no se circunscribiría al recinto de Chan Chan como se lo conoce en la actualidad, sino que formaba parte de una metrópoli más grande, cuyo trazado urbano desapareció bajo los cimientos de la actual Trujillo. De todas maneras, los restos de antiguos muros y huacas asoman por doquier en las manzanas y lotizaciones vecinas a centros comerciales o conjuntos de vivienda de clase media. La parte que no ha sucumbido a la topadora de la modernidad es Chan Chan, conformada por diez ciudadelas dispuestas en sentido ortogonal, cada una rodeada de muros de piedras tipo canto rodado y revestidos en adobe, cuyo lomo terminado en forma ondulante, llegan a alcanzar alturas de doce metros.




Los restos de la ciudadela que están a la vista son ciertos sectores, ya que un gran porcentaje del emplazamiento aún se halla semienterrada o ha desaparecido por los rigores del clima y el rapiñaje de la urbanidad moderna. Sin embargo, qué podemos decir acerca de este sitio?

- Es la ciudad de adobe más extensa de América y del mundo.
- Ocupa una superficie aproximada de 20 km2.
- Se estima que etre 60.000 y 100.000 personas vivieron en ella.
- Las áreas son cercadas de forma rectangular, y tienen orientación norte/sur.
- Las murallas externas poseen una sección trapezoidal (aproximadamente 1 m en su base), y descansan sobre un zócalo de unos 50 cm de alto.
- La forma arquitectónica en la que está organizada refleja que existió una fuerte estratificación social.
- El complejo está dividido en tres grandes sectores.
- La zona central está formada por un conjunto de diez recintos amurallados llamadas "ciudadelas", y algunas pirámides solitarias. Este conjunto central cubre un área de 6 km2, entre la que destaca la ciudadela Tschudi.
- Es notable el alto grado de planificación en su construcción.
- Los muros interiores (no cerramientos) están decorados con altorrelieves que muestran aspectos de la vida cotidiana de la cultura Chimú: fueron manufacturados con moldes geométricos.
- Los relieves incluyen figuras geométricas y seres zoomorfos, como olas, pájaros, y peces.
- Se han encontrado esculturas de madera de apariencia tétrica.
- En el sector Utzh An se encontraron 20 esculturas de madera sepultadas bajo la arena.
- Las esculturas estaban de pie y portaban un cetro en una mano y una cabeza-trofeo en la otra.
- En 1986 fue nombrada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
- En 2018 los arqueólogos encontraron 19 ídolos tallados en madera con una máscara de cerámica.






El patrón del diseño de los peces, en el caso de la foto primera del grupo anterior, sugiere la forma escalonada de la chakana, un diseño geométrico que interrumpe la trama horizontal que sirve de fondo y que acompañan el recorrido de los pasadizos con dinamismo pero dentro de un claro orden gráfico geométrico. Acaso estos grafismos pudieran simbolizar ríos, olas, o alguna conexión metafísica entre el mundo marino y el terrestre?

Cabe señalar que la representación de una chakana o cruz andina es un símbolo mágico religioso, e implica la representación de los tres mundos: el de arriba, el de los hombres, y el mundo de abajo. Se trata de un símbolo frecuente en toda la iconografía del Alto Perú precolombina. Hay numerosos ejemplos de chakanas encontradas en Ollantaytambo, Pisaq, e incluso Tiwanaco y Puma Punku, entre tantos.


Los tres grandes sectores que se divide el complejo son:

1. Sector Norte.
Posee una plaza o patio con banquetas en su perímetro, con un acceso hacia el sur, al que se llega subiendo por una pequeña rampa.
2. Sector Central.
Se encuentra la mayor concentración de construcciones dedicadas al almacenamiento de productos; además esta zona está formada por los diez conjuntos amurallados, y demás pirámides solitarias.
3. Sector Sur.
Es en apariencia, un cercado libre de construcciones, sin embargo, gracias a las últimas excavaciones se pudo conocer que esta zona fue el área de residencia, donde se ubicaban la cocina, los depósitos, y los dormitorios.






La más estudiada y conservada de las diez es la Ciudadela Tschudi, también conocida como Nik An, cuya conformación en “U” le permitió disponer de un gran estanque en su interior rodeado de áreas verdes. Tras excavar unos 6-7 metros, los chimúes encontraban agua proveniente de las napas freáticas y la almacenaban en dicho estanque; por este motivo no necesitaban estar al lado de un río.

Tschudi también está dividido en tres zonas, las cuales están descritas en el siguiente modelo armado tridimensional (las imágenes corresponden a una perspectiva general, un detalle de la parte norte, de la parte central, y el último de la parte sur):





Los muros divisorios internos están finamente tallados con figuras en altorrelieve de peces y aves, así como también planos cruzados romboidales sobre las superficies laterales, tal como lo describí anteriormente. Caminar a través de sus pasadizos, rodeado de muros lisos color pastel y por un silencio sobrecogedor, es una experiencia algo surreal. El lugar inspira algo de magia, también agonía. Aquí hubo muchas lamentaciones que tiñeron el aire, hasta cuando el sitio quedó definitivamente deshabitado.


Como comentario aparte, resulta raro que formidable sitio tan emblemático de la historia peruana no haya estado representado en alguno de los conos monetarios que circularan antes del Plan Inti. Chan Chan tendría que esperar hasta el diseño del billete de 1.000 Intis que fuera emitido en 1987, sobre cuyo reverso consta el detalle de un sector de los muros interiores de la ciudadela Tschudi.


En otra ocasión, para el segundo diseño del Sol actual, y con motivo de reflejar varios de los patrimonios arqueológicos que posee la nación, incluyeron al sitio de Chan Chan en uno de los billetes de dicha serie: el de 20 (Nuevos) Soles.


Sobre el reverso de este billete de 20 se puede apreciar en perspectiva la esquina de un muro Chimú. Aunque, en honor a la verdad, hay un error geográfico al respecto.


La imagen impresa sobre dicho billete ciertamente pertenece al área arqueológica del valle de Moche, pero no corresponde en rigor al complejo de Chan Chan, sino que está ubicado en otro distrito (La Esperanza) justo al borde de la Panamericana Norte saliendo de Trujillo. El detalle de marras es la esquina sureste del muro interior de la Huaca Arco Iris, conocida también como El Dragón.

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