Por Arq. Rodolfo Eduardo Medina.
Acostumbrados siempre a leer y escuchar de la mass media acerca del relato omnipresente de la barbarie cometida por el señor austriaco de bigotes como si hubiese sido el más grande exponente de maldades cometidas en contra de la humanidad, nos olvidamos generalmente que el Mundo y la Historia es mucho más grande que Europa, y que en muchas esquinas de la civilización presente se han presentado personajes que asolaron sus naciones de diversas formas, ya sea producidas por guerras (Slobodan Milosevic en la Serbia Socialista y de la República Federativa de Yugoslavia, por ejemplo) o por la más rancia aplicación de la cleptocracia como vimos en la desaparecida Zaïre bajo la tiranía de Mobutu Sese Seko.
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Pues bien, este Mobutu fue quizá el dictador más famoso de la historia africana reciente, dentro del espectro emancipatorio de muchos países que se desprendieron de los yugos coloniales de las potencias europeas a partir de 1960, proceso que desembocó en la conformación de gobiernos déspotas que continuaron sometiendo la voluntad y empobreciendo aún más los índices de nivel de vida de los habitantes a costa del enriquecimiento descomunal de gobernantes que se erigieron en dictadores o emperadores que eran tratados casi como seres superiores e intocables.
El caso de este dictador fue notable, dado el cambio radical que implementó en su país, pródigo en un subsuelo excepcional por sus riquezas, y el respaldo de una política opresora que impedía toda forma de oposición frente al manejo de la élite local que usurpaba todas las formas de justicia y crecimiento nacional, bajo un culto exorbitante a su imagen y personalidad. Célebre no sólo por su sombrero de piel de leopardo que en las culturas bantú del centro de África es característico de los reyes, sino también de la inmensa fortuna que amasó durante sus 32 años de dirigir con mano férrea el destino de sus compatriotas. Claro, todo esto mientras el país se convertía en uno de los más pobres del Mundo compartiendo el podio junto con Mozambique y Burundi.
Resulta que el buen Mobutu fue derrocado en 1997 por otro hombre, no tan dictador extremos como él pero sí con muchas ansias de poder y riquezas, de esos que siempre han abundado en la zona, el señor Laurent-Désiré Kabila. Al llegar Kabila al poder, una de sus mayores preocupaciones fue eliminar cualquier rasgo de Mobutu de la vida cotidiana del país, labor complicada cuando todos y cada uno de los billetes que se usaban en el territorio poseían la imagen del antiguo dictador. Y eran muchos los billetes y denominaciones que habían y estaban en circulación.
La situación era complicada. No solo no había dinero para emitir nuevos billetes, además que una nueva etapa de hiperinflación había deteriorado el intento del Nuevo Zaïre lanzado en 1994, sino que el diseño de una nueva moneda se tardaría un par de meses más. Qué hacer entonces si el gobierno de Kabila necesitaba una solución inmediata? La repuesta de ellos fue fácil y directa: "Abrámosle un hueco a todos los billetes del país para no tener que ver la cara de ese nefasto personaje!" Y así fue.
A partir de ese momento y por orden presidencial, todos los billetes del país, los emitidos de la serie anterior, en Zaïres, más los que se hablaban en circulación en Nuevos Zaïres, empezaron a tener un hueco donde solía estar la imagen de Mobutu y circularon de esta forma hasta que el gobierno oficializó la emisión de una nueva moneda, el Franco, casi un año después.
De esta manera los billetitos quedaban así, con un odiado Mobutu eliminado de la faz billetaria.
Y después dicen que los dictadores no solucionan los problemas nacionales... Já!
Claro que, pudo haberse recurrido a otros métodos tradicionales con ejemplos ya acontecidos en otros países apurados con eliminar un rostro "infame" en sus billetes sin tener que desmonetizarlos inmediatamente, como el caso de Irán durante la transición hacia la república islámica acaecida en 1979, en el cual se procedió a tapar la efigie del Shah Reza Pahlavi sobre el cono monetario circulante de entonces, mediante un sello estilístico sobreimpreso con tinta negra.
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